domingo, 11 de octubre de 2009

Historias de Gambia (II)

"MALA SUERTE, BUENA SUERTE, QUIÉN SABE..."

Los gitanos suelen decir que no quieren buenos principios para sus hijos, de tal guisa, lo que tenga que venir después será mejor y ya habrá pasado lo malo.

Si hacía caso a este dicho, que es más español que la ley de Murphy y mucho menos pesimista que ésta, mi viaje a Gambia se avecinaba interesante ya que mi llegada a este país estaba siendo de lo más complicada. Debí bajarme del avión con el pie izquierdo, si es que lo siniestro reporta mala suerte. Yo no creo mucho en estas cosas pero después de lo que me aconteció...

Golpe de calor nada mas abrir las puertas del avión, ésto era de prever; lo que no pudieron prever Marta, su marido Gabi y un buen número de compañeros de viaje, es que no apareciesen sus maletas en la cinta de recogida del aeropuerto. Yo de ésta me libré, pero no de la avalancha de "bumsters", que es como llaman los ingleses a los negritos del DOMUND, se me echaron encima al salir del aeropuerto, sentí la misma sensación que había tenido antes en las puertas del avión, pero esta vez no era un agobio térmico sino humano.

bumsters 3

Decenas de bumsters me atosigaban, hablando todos a la vez unas lenguas incomprensibles, me arrancaron prácticamente las maletas de las manos, entre ellos se las disputaban como los perros hambrientos disputan una presa. Antes de que pudiera reaccionar, ya las habían metido en un taxi verde. Tan verde como me encontraba yo en estos momentos. Pero con el tiempo y las enseñanzas de mi amigo Gregorio, Goyo para los amigos, que es un viajero empedernido, yo también fui madurando y aprendiendo que los taxis había que cogerlos amarillos, como los mangos que por allá abundaban, los verdes costaban cuatro veces más. Como toda lección hay que pagarla, yo le di los quinientos dalasis pactados al taxista y éste me dejó a mi y a mis dos maletas ante un portón tan verde como el taxi. El hotel estaba cerrado. No podía creer lo que me estaba pasando. Me pellizqué para asegurarme que no era una pesadilla y realicé unas respiraciones profundas, de esas que te enseñan en las clases de yoga para que el karma, o lo que sea de la paz interior, se equilibren, pues estaba a punto de que me diera algo. Yo me decía para mis adentros: tranquilo, ésto seguro que tiene una explicación lógica, tu vuelve a sacar los papeles del hotel y comprueba si está todo correcto. Estaba ante las puertas del Golden Beach Hotel, era mi hotel, sólo que había un "pequeño" contratiempo: no podía acceder a él pues las puertas estaban cerradas. No aparecía nadie por los alrededores, ni había ciudad, ni calles, ni vecinos, nada, sólo la playa y mi hotel con las puertas cerradas.

mala suerte 2

Mi karma, yo no se a donde se me fue, pero comencé a golpear las puertas enérgicamente con la palma de la mano. En uno de los descansos para volver a coger energía y poder continuar descargando mi frustración contra la puerta, apareció un viejecito tras el postigo que con cara amable me dirigió unas palabras, creo que en inglés o algo así, después abrió las puertas invitándome a entrar, parecía tan asombrado como yo de que estuviera allí, pero mucho más calmado. Me invitó a compartir su té mientras intentábamos comunicarnos de alguna manera, pero resulta harto difícil cuando no se sabe ni mandinka, ni wolof, ni inglés, que era lo que él hablaba. El único recurso de que disponía era la mímica, pero con ese lenguaje, aunque es universal, el nivel de comunicación era muy superficial y no resultaba suficiente.

Entre té y té, con intervalos mímicos, tanto él como yo pensábamos en voz alta, cada uno en nuestra lengua, como el otro no nos entendía, teníamos toda la libertad de expresión, yo aprovechaba para echarme una buena reprimenda; me decía: "Lo ves, eso te pasa por no querer seguir los cauces normales de los turistas y montártelo por tu cuenta, ahora estás aquí con este anciano tomando té, te esperan catorce días con él y el hotel para ti solo, mientras tus compañeros de vuelo, tutelados por su operador turístico, estarán disfrutando en cualquier hotel con sus problemas resueltos". Para que no pareciese que el cabreo iba contra el otro, le lanzaba una sonrisa, a la que me respondía de inmediato con otra aún más grande, quizás con la misma intención.

Guardian hotel

Estaba yo en estos menesteres, cuando apareció por allí, milagrosamente, alguien que hablaba algo de francés; entonces comenzaron a resolverse mis problemas de comunicación y de estancia en Gambia. El anciano guarda del hotel, transmitió al gerente del mismo mi intención de marchar de inmediato a otro hotel que estuviera abierto y en pleno funcionamiento, no como éste que llevaba, por lo visto, dos meses cerrado al ser temporada baja.

Hotel 1

Como el error fue de ellos, me instalaron en otro hotel de categoría superior sin pagar ni un duro más, se encontraba en Kotu de Serakunda, uno de los mejores enclaves turísticos. Al final salí ganando.

Mala suerte

"Mala surte, buena suerte, quién sabe..."

Rafael de Tena, agosto del 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Rafa, tambien me ha gustado mucho este segundo escrito tuyo. ¡Animo! sigue escribiendo estas historias interesantes.