domingo, 18 de marzo de 2012

El pájaro Pinto y la semillade esperanza

Éramos veinte  o tal vez treinta
los que habíamos llegado  ávidos
en busca de palabras
que aliviaran nuestras almas.
Rostros desconocidos
miradas inquietas bocas silenciosas.

Era tanto el silencio que podíamos
escuchar las pisadas  de las arañas
que montaban y bajaban formando
sus redes con sus hilos invisibles.
Sillas frías y duras  aguantaron
con ternura nuestra pobre humanidad.

Don Jesús y Teo.
hombres  elocuentes  que no paraban
de contar anécdotas  y  experiencias
del “Teléfono de la Esperanza”.
Conócete a ti mismo –nos decían–,
mientras pasaban  las  horas rápidas
y silenciosas devoradas por el tiempo
como espectros ambulantes;
o como la llama  de una vela
que se extingue
en medio  de  la noche.

Nos embebimos unánimes
en la contemplación y escucha
de aquellos hombres que con sabias
palabras nos hablaban;
éramos observadores  reflexivos…

Nuestros ojos brillaban y los oídos
escuchaban  atentos  cada infamia
que los fantasmas del pasado
habían hecho con los niños del ayer.

Dinámicas, mesas redondas,
y talleres llenamos;
mostrando en ellos como dijo  Don Jesús:
“una radiografía completa
del cuerpo y del  alma”.

Los más osados salimos al frente
y compartimos experiencias.
Temblando  y  llorando;
tratando de vencer con palabras
los horrores que paralizaron
desde siempre el  niño atropellado
por padres  ignorantes de verdades
y respetos.

Cada uno con suaves palabras
contamos los miedos anclados
que como fétidos miasmas
habían marcado para siempre
nuestros  seres  inocentes.

Muchos de los que estábamos allí
habíamos conocido las puertas del infierno;
estábamos a punto de morir
con la desesperación en alma,
buscando remedio en el  descanso eterno
de la tumba.

Éramos cadáveres ambulantes,
cargados de  harapos infectos,
veteranos del vicio, pálidos, y aniquilados
de fatiga.

Hasta que un día  por azares de la vida
o  por  las búsquedas interminables
que hacíamos, cayó en nuestros corazones
la semilla de  trigo;
cambiando así  nuestras  vidas.

Poco a poco fuimos  encontrando la luz
como faroles en medio de la noche
que iluminaron el camino;
sacándonos de las  entrañas de la tierra
al sol del medio día...

Entonces se produjo el milagro:
comenzamos a volar como gaviotas
que rozaron  con sus alas
las crestas de las  nubes;
y miramos desde  arriba,
hombres, mujeres, y niños 
que  iban y venían  como zombis
por caminos trazados no por ellos,
si no por mentes enfermizas
necesitadas  de  luz que iluminaran
sus senderos

Es por ello hermano
que hoy   te dedico mis versos
y te invito a cantar   y a volar  conmigo.
¡Canta, vuela,  cantemos  el himno de la esperanza!
¡Tú serás  el Pájaro Pinto que por los aires  vuela!

Dame un abrazo,  despidámonos de corazón 
ya  que  con el alma de sentimiento muero;
tú volaras conmigo y miraras el azul del piélago,
el mismo  que  te  servirá   de  espejo a tu alma…

Agradecimientos especiales:

A Don Jesús y Teo  por su viaje desde España, a la  semilla  plantada,  y a esa piedra blanca símbolo del  nacimiento  del «Teléfono de la Esperanza”

A Mireya, Lourdes, y Liliana,  por haber tenido la paciencia de contactar el grupo. A Lady,  su esposo, y  las salas del Hotel Ibis.

Agradecimientos cariñosos:

A Ana, por su sonrisa suave, suavísima.  A Leo, el más joven del grupo  y  sus  deseos del salir adelante.  A Vanessa  y  sus lágrimas como torrentes de lluvias que no son otra cosa que la liberación de su alma.  A Almudena, por su libertad, realidad  y a esa complicidad que tuvo conmigo.

A Lola y a Fernanda con sus maletas desde Zúrich.  A los hermanos de Lady y su virgen de la Puerta de Otuzco.  A Cristina y sus ojos como estrellas titilantes  en el cielo,  y a su sonrisa divina. A Álvaro Luna, que al final de la tarde nos sorprendiera a todos  con sus versos.  A Mireya, con sus ojos celestes y sus cabellos como cascadas  de cobre.

A Bárbara y su acento Chileno.  A Esther  y  su mirada serena. A Lourdes, y  su discreción. A Arturo y sus chistes desplazados.  A Martha y su acento Mexicano. A Mary Carmen y su flamenco. A Juanito por haber cantado con nosotros  el Pájaro Pinto.
Agradecimientos también  a todos  aquellos que olvidé  sus  nombres.

Otros agradecimientos:

Por las pausas  de café  caliente y los  Croissants que mitigaron hambres atrasadas; por el video del gusanito y la mariposa volando; por las pizzas y  la comida china; por  las  risas y comentarios que se alzaban en la sala;  por las llamadas de Teo  y Jesús  con la palma de sus manos, que como a  niños nos hacían entrar del  recreo;  por las lágrimas, por los adioses,  por el canto del Pájaro Pinto,  por la ronda cogidos de la mano,  por la noche que cayó suave, suavísima; por las carreras al metro para llegar a casa,  y por último;  por las promesas de volver a encontrarnos  y seguir cultivando la semilla de la esperanza…

 

Matallana María Edith

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bonita narración y experiencia.