jueves, 7 de junio de 2012

Combatir el pesimismo

Juan Cruz

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Lo ha dicho Mario Vargas Llosa en Las Palmas de Gran Canaria, donde esta semana lo hicieron hijo adoptivo. Hace dos años lo dijo Jorge Semprún en París, poco antes de morir: tratarán de cargarse Europa cargándola de pesimismo.
Para Semprún, Europa había empezado a adquirir identidad, a ser útil para los ciudadanos, a ser una unidad también percibida por los jóvenes. Le pregunté qué simbolizaba mejor esa identidad de Europa como un elemento que también vinculara a los jóvenes con el futuro de este continente de ventoleras. “Los Erasmus”, dijo.
¿Y quiénes se la podrían cargar? Se la podría cargar el pesimismo de los burócratas.
Recordó entonces un viejo proyecto que nunca llevó a cabo y que encendió con Juan Cueto, cuando los dos vivían alentando el sueño de Europa desde Milán y desde París. Era cuando los emigrantes albaneses, cegados por el deslumbramiento europeo, empezaron a invadir Italia por sus costas. Venían a millares, empezaba a latir, a principios de los años noventa del pasado siglo, una alegría que ha desaparecido como si la hubiera partido un rayo, pero que entonces definía el porvenir del continente. Las autoridades italianas los expulsaron uno a uno, y uno de aquellos albaneses, un joven que era devuelto a su tierra como si no tuviera sitio en aquel sueño, dijo ante las cámaras de televisión al tiempo que era desprendido de su ansiedad de Europa:
—No importa. Ya he visto las luces de Brindisi.
Están queriendo apagar las luces de Brindisi también para los europeos. Ese fantasma que recorre Europa no deja una luz encendida, las están apagando una a una, no hay por donde transitar, todo está lleno de escombros, o todo se cuenta como escombros.

Lo único que he escuchado con la intensidad de una alegría en estas últimas semanas de Europa es La Marsellesa en la Bastilla, cuando Hollande se juntó con sus partidarios para celebrar su llegada al Elíseo.

La luz en Europa solía venir de Francia, desde donde Semprún contaba el apólogo de Brindisi. Que un rayo de luz, y de fuego, haya interrumpido el viaje del presidente francés a Alemania, donde iba a ver a Angela Merkel, que es ahora la luz dudosa de Europa, parece una metáfora más en este mundo en que hasta la prima de riesgo parece el símbolo de diástoles y sístoles de un corazón asombrado. ¿Europa muerta como del rayo? Ojalá que no, ojalá que lo oscuro no rompa para siempre el viaje de Europa.

El pesimismo sirve a los pesimistas, y se nutre de palabras igualmente oscuras que la palabra pesimismo: riesgo, corralito, deuda, recorte…

León Felipe decía que nos dormían con cuentos; ahora nos despiertan con cuentas, y con esos vocablos que llenan la boca de hormigas que nos comen por los pies y que tratan con saña, como advertía Mario Benedetti, de robarnos la alegría, los Erasmus, las luces de Brindisi, el sonido de La Marsellesa, la claridad de un día en el que ya no hay (aquí, en Europa) ni guerra ni otras trompetas que aquellas que alientan las sirenas de los barcos…
Juan Cruz

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