sábado, 9 de junio de 2012

Soy un ser solitario y triste

(Relato telefónico perteneciente a la colección “Bebiendo Lágrimas”. Es totalmente ficticio.Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)

No crea que es fácil para mi llamar por teléfono y comunicarme con un extraño, aunque lo de comunicarme me es difícil con cualquier persona. Me siento angustiado y deprimido. Necesito hablar con alguien, sino  exploto. Reviento. Nadie escucha a nadie. Al menos a mi nadie me ha escuchado, ¿sabe?. ¿Yo..?. Creo que tampoco he escuchado a nadie.

¿Por qué me resulta imposible salir de mi mismo y abrirme a los demás?. ¿Me puede dar alguna pista?. Vivo en realidad en un zulo. Un zulo sin ventanas a la calle, sin luz exterior. Que hasta aborrezco a los vecinos. Salgo a trabajar, voy a la compra, vengo de trabajar y a penas un par de palabras, las imprescindibles. Me he acostumbrado a esta rutina, a esta nauseabunda ruleta y, lo peor, es que no sé cómo salir de ella.

Me deja descolocado con su respuesta. ¿Qué esta llamada ya es un paso adelante?.¿Qué este es el camino que conduce a la li...?.

Sí, sí, desde pequeñito soy un ser reservado y tímido. Todos mis pinitos de salir hacia fuera eran abortados por decepciones y fracasos. “No merece la pena dar nada de sí. No merece la pena esperar nada de los demás. No merece la pena contar nada. El que sabe algo de ti es para hacerte daño”. Estas eran las máximas de mi padre, un hombre taciturno y huraño, que prefería esconderse a relacionarse. Aún no comprendo cómo mi madre se casó con él. Pero él ha tenido mucha influencia en mi, tanta que sigo escuchando su vez segura y amarga: “No merece la pena....”. Cada vez que hago una intentona me machacó con su voz gritándome desde dentro. Que empiezo a maldecir esas letanías.

¿Cómo me puede decir que maldecir esos mantras es un signo positivo?. ¿Sería tanto como que detractarme de mi padre fuera algo necesario en mi vida?. ¿Le he entendido bien: que tengo que liberarme de él, desembarazarme, vomitar sus venenos...?. ¡Es mi padre, oiga!. No le falte al respeto. ¡Usted qué se ha creido!..

¡Cómo me cuesta oír esos mensajes!. Si estuviera donde usted tal vez le hubiera dado un puñetazo..
En el fondo creo que tiene razón. Sus palabras metidas en su carne me han convertido en un ser solitario, incomunicado. Mi sangre está envenenada. Soy un autista, oiga, un autista, que no sabe cómo emigrar de mis miserias, de sus castillos, donde hasta hace poco encontraba todo. Ahora ya no. Todas las paredes de este señorío son aburridas, feas y amenazadoras. Se han llenado de fantasmas. De plañideras de mi soledad. Arrastro por las escaleras de mi vida una depresión que me tiene encerrado. Casi muerto.

Sí, hombre, sí , he tratado con mujeres. Con todas de forma ausente, distante. Un par de polvos y para qué más. Pago lo que corresponda y hasta la próxima vez. ¡Que no sé amar, que no sé amar!. Por eso pago para sentirme amado, aunque no lo consigo. Esas mujeres tan sólo aman mi bolsillo. ¿Y yo...?. Hasta hace una temporada amaba mi aislamiento. Ya no. Se me hace insoportable. Odioso. Como si hubiera construido mi propia cárcel y estuviera tragando mi propia cicuta.

¿Cómo se sale de esta cueva sin luz?.

Ya, ya..., que necesito ayuda, un terapeuta o alguien... Que tengo muy introyectado mis comportamientos y mis rutinas. ¿Dígame cuanto tiempo necesito para oxigenarme?. ¿Dígame si encontraré a alguien que me pueda escuchar y acompañar?. ¿Dígamelo, por favor...?...

No sabe cuánto hacía que no me lamentaba tanto. Me siento por dentro blasfemando contra mi mismo. Mientras hablo con usted araño con rabia los cojines del sofá. Que los voy a acabar rompiendo.

¿Y en el teléfono me van a ayudar...?. ¿De verdad que voy a encontrar personas en grupos que están parecidas a mi y me van a aceptar tal y como soy?. Pero si en lo que yo conozco cada uno va a lo suyo y está encerrado en su propio caparazón. Le comprendo, que proyectamos en los demás lo que son nuestras carencias. ¿Qué eso es nuestra sombra me ha dicho?.

Oiga, ¿cómo tiene tanta claridad?.  Yo vivo a oscuras. Como si el día entero fuera de noche. Sólo quiero aprender a vivir, que hasta ahora no he sabido. ¿Cuándo me dijo que estaba abierta la sede del Teléfono de la esperanza...?. ¿Curso de autoestima dice...?. No sé si seré capaz. No sé si aguantaré un par de reuniones. ¡Mucha confianza tiene en mi...!.

¿Puedo saber su nombre...?

¿El mío?. Creo que lo he olvidado. Mi padre me llamaba “el solitario”.

       VALENTÍN TURRADO
     COLABORADOR DEL  TELÉFONO DE LA ESPERANZA

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