Desde el despertar a la vida, cuando el recién nacido anuncia llorando su llegada al mundo, el llanto está presente en el devenir del ser humano. Es una expresión emocional, muy saludable y altamente recomendable porque elimina tensiones, sobre todo negativas y desagradables, pero también positivas y de bienestar y alegría.
El psiquiatra José María Uncal Jiménez de Cisneros describe el llanto como «una liberación, un desahogo que lleva consigo una petición de consuelo y de ayuda y que viene dada desde la infancia, cuando los niños lloran para llamar la atención y recibir alimento, cuidados, protección o contacto físico». Es decir, presenta una doble vía: descargar emociones y paralelamente buscar apoyo ante una situación de desamparo. Y para consolar a la persona que sufre, la mejor forma de proceder, según el doctor Uncal es, primeramente, «estar a su lado, dejarle que libere el llanto y nunca impedírselo, darle un pañuelo, no criticar ni censurar actuación o comportamiento alguno, no usar palabras y mantener un contacto físico. Cuando se haya desahogado pedirá ayuda y será el momento de actuar».
Aunque en muchas culturas llorar se asocia con debilidad, las lágrimas hay que verterlas y nunca reprimirlas, aconseja el psiquiatra, colaborador del Teléfono de la Esperanza de Oviedo. «Porque cuando las emociones se quedan dentro actúan como una olla exprés y degeneran en enfermedades del cuerpo y del alma: tensión alta, problemas de piel, malas digestiones, pérdida de peso, ausencia de sueño, angustia, depresión... Cuando nos apetece llorar, hay que llorar; luego nos sentiremos mucho mejor».
Esas lágrimas que se convierten en una válvula de escape y que consiguen disminuir los niveles de angustia actúan como un calmante natural ya que tras el llanto la persona afligida alcanza un estado de cierta relajación. Así, al reducirse la intensidad de esas emociones se es capaz de enfrentarse a ellas para solucionar, en la medida de lo posible, los problemas que provocaron la tristeza.
Si bien reprimir las lágrimas es contraproducente, según ponen de relieve los profesionales de la salud, la educación contrariamente limita la manifestación del conjunto de las emociones. «Nos encorseta», resalta el doctor José María Uncal, partidario de fomentar la inteligencia emocional desde las edades más tempranas y educar a los niños a expresar sus sentimientos y transmitir sus emociones. Y llorar es una forma de comunicarlas. Por ello, el doctor Uncal considera que entre los jóvenes se promueve sólo la competitividad, dejando de lado las cuestiones relacionadas con las emociones «y si perdemos las emociones, perdemos la condición humana y nos volvemos máquinas».
En el extremo contrario de quienes acostumbran a aguantar el llanto se sitúan los de lágrima fácil, manipuladores que lloran para llamar la atención y dar pena, llorones e histéricos que adoptan una postura de víctimas. Éstas no son las lágrimas beneficiosas y las que además de mejorar la salud mental y física limpian el lagrimal e hidratan los ojos.
Publicado en lne.es
lunes, 9 de enero de 2012
Lágrimas que liberan tensiones
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