martes, 20 de septiembre de 2011

«Detrás de cada llamada al Teléfono de la Esperanza está, casi siempre, la soledad»

Entrevista en Abc
MIGUEL ÁNGEL TERRERO, PTE. DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA DE SEVILLA

En octubre se cumplen cuarenta años de existencia del Teléfono de la Esperanza, sin duda una de las aplicaciones sociales y humanitarias más felices de un avance tecnológico

J. FÉLIX MACHUCA / SEVILLA

«Detrás de cada llamada al Teléfono de la Esperanza está, casi siempre, la soledad»

—Cuarenta años de servicio y ayuda imagino que darán para muchas historias…

—Unos cuatro millones... que son las llamadas recibidas desde el 1 de octubre de 1971, sin contar a las personas atendidas directamente ni las participantes en cursos y talleres.

—¿Ha vivido usted en persona alguna de estas historias?

—Algunas. Recuerdo sobre todo las del turno de noche cuando lo hacía.

—¿Podría relatarnos alguna?

—Es difícil entresacarlas porque todas me parecen importantes pero ahora recuerdo a una chica que de madrugada lloraba desconsoladamente porque había suspendido el último examen de la carrera y no se atrevía a decírselo a sus padres. Otras, más crudas, de personas que ya no le veían sentido a seguir viviendo. De todo hay y detrás, casi siempre, agazapada, la soledad.

—Cuando hace cuarenta años el padre Serafín Madrid puso en marcha el primerTeléfono de la Esperanza se comprobó que las llamadas no eran solo de Sevilla, sino que procedían de Madrid, Valencia…

—Así era y esto mismo ya lo había observado Fray Serafín cuando estaba a cargo de la Ciudad de San Juan de Dios en Alcalá de Guadaíra, donde había niños procedentes de toda España. Sus familiares llamaban por teléfono interesándose por ellos y, probablemente, eso le dio la idea de crear un teléfono de ayuda.

—El olfato solidario y sociológico de Serafín Madrid era estimable. ¿Se anticipó a su tiempo viendo cuáles eran los males del hombre del mundo actual?

—Serafín era un visionario, un pionero, hoy tal vez le llamaríamos «innovador», de esas personas que van siempre por delante. Concebía la ayuda a las personas como algo integral, tanto en lo material como en lo psicológico y social. Y sí, anticipó los males actuales, en especial, el peor de todos, el sentimiento de soledad.

—Llamaban los solitarios, los desesperados, los angustiados, los drogadictos ¿hoy llaman los mismos?

—Sí. Las personas, esencialmente, somos siempre las mismas y los «males» que nos aquejan, también.

—Algunos programas radiofónicos de los ochenta nacen de esa necesidad de conectarse con los solitarios de la noche, a los que el teléfono de la Esperanza asistía…

—En la mayoría de las llamada subyace un problema de incomunicación entre la persona y su entorno.

—La actual crisis y la explosión de la burbuja inmobiliaria se han visto reflejadas en llamadas al teléfono al teléfono de la Esperanza…

—Claro que sí. En muchos casos ha sido el detonante de otras dificultades personales o familiares que podían estar latentes. Esta frase, que oímos con frecuencia, lo deja a las claras: «ahora ya es cuando no puedo más, para rematar, he perdido mi trabajo».

—Hay casos de ruina absoluta que han sumergido a muchos empresarios y trabajadores en depresiones insoportables. ¿Llaman mucho?

—Lo hacen pero quienes nos preocupan más son los que no lo hacen, «tragándose» a solas su problema, y nos gustaría que lo hicieran.

—¿La terapia de ayuda sigue siendo hoy la misma que hace 40 años?

—Han cambiado las técnicas y «las herramientas» pero la mejor terapia, era y es, que la persona se sienta escuchada.

—Desde el 71, año fundacional, hasta hoy, han cambiado muchas cosas en España. Sobre todo sociológicamente. ¿La emigración también ha recurrido significativamente al teléfono?

—Sí que lo ha hecho, en unos centros más que en otros. En Murcia, por ejemplo, la población emigrante atendida resulta especialmente significativa.

—Detrás del teléfono siempre hay un voluntario altamente formado y capacitado. ¿Los formáis vosotros?

—Así es. Y esto nos lo tomamos muy en serio. Aunque cualquier persona puede llegar a ser un excelente agente de ayuda, no es posible sin una formación específica y permanente.

—¿En qué consiste esa formación?

—La inicial está comprendida en nuestro programa de «Agentes de ayuda» que incluye un curso de «Conocimiento de sí mismo», otro de «Crecimiento personal» y un seminario práctico de «Relación de ayuda». También realizamos formación específica para coordinadores de grupos y orientadores.

—¿La sociedad os ha reconocido la labor de vuestra dedicación social?

—Pienso que sí. Para captar ese reconocimiento a veces basta con un «gracias por escucharme» al final de la llamada.

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