viernes, 20 de julio de 2012

EL TAZÓN DE MADERA

          El abuelo se fue a vivir con su hijo,su nuera y su nieto de seis años.Ya las manos le temblaban,su vista se nublaba,y sus pasos flaqueaban.
           La familia completa comía junta en la mesa,pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían de la alimentación un asunto difícil.Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba coger el vaso,con frecuencia derramaba la leche sobre el mantel.
           El hijo y su esposa se cansaron de la situación.Entonces dijo el primero:
        - Tenemos que hacer algo con el abuelo.¡Ya basta! Se le cae la leche,hace ruido al comer y tira la comida al suelo.
            Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor,donde el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba de la mutua compañía,a la hora de comer.Como el abuelo había roto uno o dos platos,su comida se la servían en un tazón de madera.De vez en cuando lo miraban y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba allí,sentado solo.Sin embargo,las únicas  palabras que la pareja le dirigían eran frías llamadas de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.
             El niño de seis años lo observaba todo en silencio.
             Una tarde,antes de la cena,el papá observó que su hijo estaba jugando con unos trozos de madera en el suelo.
             Le preguntó dulcemente:
         - ¿Qué estás haciendo?
             Con la misma dulzura el niño le contestó:
         - ¡Ah! Estoy haciendo un tazón para tí y otro para mamá,para que cuando crezcáis,comáis en ellos.
              Sonrió y siguió con su tarea.Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que se quedaron sin habla,mirándose el uno al otro.Las lágrimas rodaron por sus mejillas; y aunque ninguno de los dos dijo nada al respecto,ambos sabían lo que tenían que hacer.
              Aquella tarde,el hijo tomó gentilmente de la mano al abuelo y lo llevó de vuelta a la mesa de la familia.Para el resto de sus días,el abuelo presidió la mesa en aquel hogar.Y,por alguna razón,ni el esposo ni la esposa parecieron molestarse ya,nunca más,cada vez que el tenedor se caía.la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Enviado por Kuentero

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dá mucho qué pensar.¡Es precioso...!

Anónimo dijo...

A veces el corazón se nos endurece, no pensamos lo corta que es la vida y que es como un bumeran que nos devuelve "nuestra siembra".