viernes, 25 de noviembre de 2011

QUIERO SER UNA MUJER DIEZ (Bebiendo Lágrimas)

Este relato es ficticio, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

10.- Una mujer diez.

Oiga, qué bien le oigo, como si usted estuviera aquí mismo, a mi lado y me estuviera viendo. ¿No le importa que le haga esta confidencia?. Es que a veces el auricular no me funciona. Hoy da gusto.

No sé como contarle que me siento deprimida, triste, vacía, sola, sobre todo eso muy sola. Soy un desastre. ¿Sabe lo que es eso?. Siento pena reconocerlo, pero es así. Un completo desorden, fruto del caos interior que estoy viviendo.

Le llamo desde casa de mis padres, a donde voy todos los fines de semana, incapaz de aguantar más en mi piso compartido de la ciudad. Preparo oposiciones y por las tardes trabajo.

Mi vida es un desbarajuste  que ni yo misma entiendo. Le voy a describir  como está mi habitación en este instante. En la cama dos pantalones planchados y otros arrugados, un par de camisas y la ropa interior sin recoger. En la silla que hay junto al armario a modo de calzador, la bata de andar por casa, dos vestidos de verano, una cazadora y no sé cuantas medias, algunas deshilachadas. Junto a la cama tres pares de zapatos y dos de sandalias. ¡Si supiera cómo están los cristales y el polvo que descansa sobre las mesitas!. Debajo de la cama sin hacer unas cuantas revistas y algunos “marcas” de cuando estaba mi marido.

No tengo ilusión y soy incapaz de poner cada cosa en su sitio. ¿será que ni yo sé cuál es mi sitio y por eso vivo en este...?. Me da igual todo, que haya tres o cuarenta cosas desparramadas. Siendo sincera, sólo me encuentro a gusto en la cama, durmiendo, al calor de las mantas y al silencio de la cabeza.

Estoy desolada, robada, sí esa es la palabra justa, robada de mi misma, de mi ser, de mis deseos, de mis ganas de vivir.

La historia empezó hace años. Me casé con un hombre que adoraba y me entregué a hacer un hogar confortable, acogedor y muy limpio, Por motivos de trabajo cada cierto tiempo cambiábamos de ciudad y vivimos en distintas casas de alquiler. Me he pasado muchos días limpiando cristales, suelos, paredes y azulejos, bañeras y váteres; me entregaba a esa labor ardua de dejar el hogar como un espejo brillante, para que él al llegar a casa me dijera cosas bonitas. Aprendí cientos de recetas de muy diversos países para que él degustara todo tipo de sabores y se sintiera orgullosa de su mujer. ¡Hice tantas cosas por él, que algunas hasta me da vergüenza decirlas en alto!. ¿No le importa que las calle, verdad?.

El llegaba de trabajar y no decía nada. Se sentaba a la mesa y agachaba la cabeza como si estuviera ausente, ciego de mi.

Si le hablaba e insistía él se malhumoraba, se le ponían los ojos encendidos. Yo he tenido delante unos ojos ebrios de veneno y de ira durante largas temporadas. ¡Qué cruel es que estés esperando con toda el alma a alguien y ese alguien no sólo no reconozca tu labor de ama de casa sino que te ignore, para a continuación despreciarte e insultarte!. Más tarde llegaron los maltratos, los abusos....¡Qué asco!..

Disculpe que me esté enrabiando... Me cuesta seguir... Ya no quiero reprimir el llanto.

Gracias por estar ahí , como enjugando mis lágrimas..

A pesar de lo desagradable que es el qué dirán de la familia ante el divorcio, me acabé  separando, con un rastro atestado de magulladuras y heridas. Las más horribles son las que no se ven. Las que uno lleva en los graneros de su alma y están infectadas de silencios, de telarañas.

Así fue como me abandoné y dejé de hacer la cama cada día, de guardar la ropa en el armario, de fregar los cacharros . ¡Me olvidé hasta de cocinar y de llevar una vida ordenada!. ¿Para qué?... ¿Para quién?...

Cuando rebobino mi propia película me doy cuenta de que todo lo hice para agradar y no resultó, sabe, no mereció la pena, la recompensa fueron frutas amargas en forma de desprecios y golpes,  ya ve lo que recibí.. “Mejor así, me dije, las cosas sin hacer, la ropa sin planchar, el fregadero atiborrado de cazuelas y de platos, para joderle, para joderme..”.

He llamado porque quiero cambiar. No soy feliz. Yo llegué a ser una mujer diez, guapetona y coqueta, que cada día se pintaba la raya del ojo y salía a la calle orgullosa de ser mujer. Ahora estoy bajo cero. Perdida de mi misma. Irreconocible. Sin autoestima. Negada para reír y disfrutar.

Le voy a responder a su pregunta. Mis expectativas para mi son poner el despertador a las siete de la mañana, levantarme, abrir la ventana de la habitación y saludar al día, darme una ducha caliente, ponerme divina y salir a la calle diciendo: “aquí estoy yo, dispuesta a aprender, a vivir, a buscar un nuevo compañero que me entienda..”.
He comprendido una cosa en estos años: si yo soy una inútil, una enferma, una herida sin curar, me voy a encontrar con personas que me van a herir más y me van a menospreciar.
El clavo siempre encuentra un martillo que le golpee.
Se lo juro, no quiero encontrarme con otro maltratador, y para eso necesito andar un largo camino hacia mi misma. Si yo estoy bien, lo demás vendrá por añadidura, ¿verdad?...

Gracias por corroborármelo. Tiene razón, el gorrión no busca cualquier nido, por muy confortable que parezca, busca el suyo y en él se siente cómodo y satisfecho. Algo así busco yo. Mi propia piel, porque me ha pasado la vida viviendo en una que no era mía.

Dígame sólo una cosa: ¿Cuánto se tarda en cambiar?. Ya, ya.. que los procesos son lentos, que necesitan tiempo, decisión y coraje, mucho coraje. Que si llevo doce años destruyéndome, al menos necesito...

¡Qué negra es esta soledad...!. Si usted estuviera más cerca..

Me gusta eso que me dice, que sea paciente conmigo misma y comprensiva, que lo importante es iniciar un nuevo rumbo y limpiar todo lo que una acumula de estancado, de podrido, de caos interno, en su trastero, en su bolsa de basura... Eso, voy a empezar por el trastero y tirar los trastos viejos que me recuerdan otros momentos. Mejor me cambio, y bajo mi bolsa de basura al contenedor..

Mi vida va a necesitar lejía... Voy a mudarme a otra casa y deshelar mis recuerdos y mis miserias... ¿Cómo voy a saber que encontré mi propio hogar y que éste no sabe a soledad?

¿Me puede dar hora para la psicóloga?....

Hoy después de cenar voy a fregar los cacharros y guardar la comida en la nevera, sin esperar a mañana.

Oiga,  ¿cómo le ilusiona tanto que le diga estas cosas tan pequeñas?... ¡No se estará emocionando..!

Valentín Turrado Moreno
Relatos “Bebiendo lágrimas”.

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