ALEJANDRO CÓRDOBA, PUBLICADO EN PERIODISTA DIGITAL
Actuar con coherencia tiene que ver con prometer sólo lo que se puede hacer, cumplir lo prometido y hacerlo evitando confusiones y malentendidos.
Hay una leyenda atribuida a Gandhi y que explica maravillosamente bien lo que es la coherencia.
Una madre va a ver a Ghandi para que le ayude a educar a su hijo. La madre le dice: -quiero que le diga a mi hijo que no coma dulces-.
Ghandi se le queda mirando y le dice -muy bien, si no le importa vuelva usted dentro de tres semanas-.
La mujer se vuelve a su pueblo, que estaba a un día de camino. Vuelve a las tres semanas y tras hacer otro día de camino le dice a Ghandi: -Ya sabe que yo quería que le dijera a mi hijo que no comiera dulces-
Va Ghandi donde está el niño y le habla al oído.
La madre le dice a Ghandi -¿qué le ha dicho?-, Ghandi le dice -le he dicho que no coma dulces-.
La madre, un poco molesta, le dice que por qué no se lo dijo hace tres semanas y le habría ahorrado ese ir y volver.
Y Ghandi le dice -es que hace tres semanas yo también comía dulces-.
Ciertamente la coherencia con la que actúan las personas en las que radican las responsabilidades de las distintas Organizaciones es imprescindible. Es en ella de donde surge la credibilidad.
Lo que los empleados ven día a día en la empresa actúa como el calabobos. Lo que se ve día a día “empapa” más las emociones que una “tormenta” de ideas del Director General. Lo mismo es aplicable a la educación de los hijos o a cualquier otro contexto.
Se trata, por tanto, de que el “sirimiri” y las “tormentas” sean coherentes. De que lo que hacemos no sea diferente de lo que decimos.
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