martes, 30 de noviembre de 2010

BEBIENDO LÁGRIMAS (RELATOS TELEFÓNICOS)

NOTA: Hacemos constar que el contenido de este relato es pura ficción y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia

                              OIGA…

                                ¿HAY  ALGUIEN?...

Bueno, mire, yo... Disculpe es que estoy muy nerviosa, y eso que me he tomado una tila antes de llamar. Un nudo en la garganta parece que se come mis palabras.

Antes de nada, gracias por escucharme, por estar ahí.
Saber que aún hay gente buena, me da algo de luz a mi, que vivo atascada, como si hubiera ido al baño y no hubiera tirado de la cadena, perdone la comparación.
Así me siento yo, con un olor nauseabundo, detestada por mi familia, un deshecho...

¿Sabe usted lo que es estar sola?. ¿Sin nadie?. Un fin de semana sí y otro también. Sólo les tengo a ustedes. A ustedes y a la radio. Que no hago otra cosa que ir de la cama al sofá, del sofá  a la mesa, de la mesa al sofá y del sofá a la cama .
Ya sé que soy una pesada y que debo dejar las líneas abiertas para que puedan atender las urgencias, pero necesito oír la voz de alguien. Alguien que me haga sentir viva, que no soy una ermitaña acorazada en un cangrejo solitario.

Soy un ser humano.

Sí..., le entiendo, debo de salir a la calle y respirar aire puro, pero esta cadera me tiene bloqueada.
Menos mal que entre semana vienen a hacerme la limpieza y la compra una mujer que manda el Ayuntamiento, sino.... Se llama Nemesia y es muy cariñosa conmigo.

¡Estoy tan triste!....
No le importa que llore, ¿verdad?. Me viene bien llorar. Es como cuando siendo una cría acudía al regazo de mamá y mamá me acariciaba el pelo y me daba besos suaves en las mejillas. Así me siento yo cuando os llamo y al otro lado alguien me saluda con palabras tiernas: “Buenas tardes, teléfono de la esperanza”.

Ya sé que soy una teléfono dependiente, como antes lo era de mamá... Ella se murió y sólo quedáis vosotros.
Con mi marido fue horroroso. Era alcohólico y no quería rehabilitarse. No soportaba sus babas, los gritos, sus amenazas..  y le mandé a ese sitio que ya sabe, para quedarme yo también en ese sitio que también sabe.
Me parece que no sé vivir de otra manera, salvo sufriendo.

Mi hija está lejos. A lo peor no le importa, pero se lo voy a decir: en Estados Unidos.  Pienso que está tan lejos porque no podemos convivir juntas. Las dos tan depresivas, tan angustiosas, tan lastimeras... Por eso me gustan tanto las películas que me hacen llorar, como Memorias de África o Forrest Gump. Las dos nos enterrábamos estando juntas. Se  marchó con el primer extranjero que le dijo que era muy mona. Ella no dudó. Me parece que no le va mal, aunque hace un año que no sé nada de ella.

A parte de la radio, me consuelo rezando el rosario y viendo la televisión. Me gustan esos programas que llaman “basura”. ¡Será que los que no tenemos vida propia satisfactoria, nos encanta la ajena!...

Me falta calor, mis ojos ya no tienen brillo y estoy todo el día en bata. Le doy pena, ¿verdad?....

Sí ,tiene usted razón. Me voy a ir a casa de la vecina a jugar a las cartas. Sacaré del armario el vestido de colores. ¡A ver si me encuentro a gusto en él!.  Me gusta jugar a la brisca, ¿sabe?. Necesito relacionarme y arreglarme un poco. ¡Que parezco una zarrapastrosa!. Me voy a poner un poco de colorete.

Lo dicho, gracias, ¡eh!....

¿No le importa si dentro un par de días vuelvo a llamar?

VALENTÍN TURRADO
( Escritor y Voluntario del Teléfono de la Esperanza)

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