Dejadme, como si fuera Diógenes, salir esta noche con el farol de los sueños encendidos y presentarme en la plaza de la ciudad.
Dejadme implorar a la luna llena el canto de lo juglares, los viejos cuentos de esperanza, y contádselos a las cigarras y a las ranas.
Dejadme soñar con las plegarias de los peregrinos camino de Santiago, abriendo surcos de eternidad en medio de las nieblas y las lloviznas.
Dejadme soñar que los avaros promotores de rascacielos reparten gratis sus pisos por escrupuloso orden de necesidad vecinal.
Dejadme soñar que los seres más sabios y honestos de cada tribu gobiernan sus ínsulas con templanza y equidad.
Dejadme soñar que los bancos se hacen más grandes repartiendo sus beneficios entre los pobres de la tierra.
Dejadme soñar en esta noche bien entrada, alcoholizado de luz y armonía, que los hospitales cerraron sus puertas por falta de enfermos y los tribunales quemaron sus togas en las hogueras de la ternura y la justicia.
Dejadme soñar que los solos hicieron el amor en deseada compañía y los tristes bailaron hasta el amanecer la sardana de la sonrisa.
Dejadme soñar, señores siquiatras, que el inconsciente se volvió lúcido y la angustia se vació de dolor, como un pantano desecado.
Dejadme soñar, presbíteros del incienso y los oropeles, que Dios se volvió tierno y se enamoró de la doncella hermosa que cada ser humano lleva dentro.
Dejadme soñar, políticos de miserias y vuelo rasante, que os quedasteis sin voz y sin palabras ante las mentiras y las promesa huecas.
Dejadme soñar , compañeros de sudores, que el trabajo estaba repartido y que a nadie le faltaba el salario de ser feliz cada día.
Dejadme pensar, detentadores del saber, verdades inciertas, pensares discretos y dogmas pasajeros.
Dejadme, fariseos de la tradición, amar a tumba abierta, sin restricciones, a bocanadas de intimidad, y ser amado por decenas de miradas y de almas, sin sentir ni provocar celos.
Dejadme, sacerdotes del altísimo, abrir los sagrarios de los templos y presentar al Dios desnudo, humilde y amoroso, a la muchedumbre de hambrientos.
He soñado muchas cosas esta noche y estoy que el corazón se me sale de contento.
El sol escondido me dijo que un día todas serán verdad.
Yo, al fin, camino de regreso a casa, me quedé feliz.
Como una golondrina en busca de su nido.
Tomado del libro “Desde el corazón y la esperanza”, Editorial STJ, de Barcelona: Valentin Turrado
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