Las tres de la tarde de un siete de julio con un calor agobiante cuando un puñado de personas, seis en cuestión, colocaban sus maletas en AUTO-RES. Se trataba de Carmen, Aída, Maribel, Teo, Manolo y Agustín que frescor de los asientos del autobús iniciaban con ilusión el camino de algo interesante: ¡ nada menos que el Congreso Internacional del Teléfono de la Esperanza que en este año 2010 se celebraba en la ciudad austriaca de Viena. Seis personas rumbo Madrid para desde allí volar hasta Buda- Pest, primera etapa de su periplo viajero.
Llegada sofocante a Madrid y espera larga del bus que los conduciría al Hotel debido, ¡ nada más y nada menos ! que al partido España- Alemania que nos daría el pase definitivo al MUNDIAL DE SUDÄFRICA. Mereció la pena la espera al igual que lo que, podríamos decir cena en los bares casi al cierre de un Centro Comercial cercano al hotel. En realidad cuatro horas de descaso, más que de sueño pues al alba estábamos ya dispuestos para el embarque aéreo que nos llevaría a la capital de la República Húngara a donde llegaríamos con varias horas de retraso debido a una avería en el aparato que teníamos asignados.
Aunque la llegada a BudaPest no tuvo lugar hasta bien pasadas las quince horas y a que tan sólo un pequeño piscolabis serenó nuestro hambriento estómago, nuestro encuentro con los demás compañeros del resto de España nos animó. Ni tan si-quiera el tropiezo de una de las compañeras andaluzas en la escalera mecánica del aeropuerto -que ocasionó caídas en ristre -, nos condujo al desánimo, como tampoco la incomodidad del hotel, herencia de la austeridad del antiguo Telón de Acero. Lo importante es que habíamos llegado a donde en realidad comenzaría nuestro ilusionante viaje por Centro-Europa: Y Buda-Pest era el inicio para continuar más tarde a Viena, Praga y Berlín como lugares de asentamiento.
En Buda-Pest tarde libre en la ciudad en donde cada cual se hizo una somera idea de la bonita ciudad, mitad medieval, mitad decimonónica, con una belleza sin igual en donde la hermosura del Danubio le prestaba un encanto especial y en donde cenamos la segunda noche a bordo de un recoleto barquito restaurante a base de comida húngara y música autóctona:¡ Noche inolvidable Danubío arriba y vuelta ! Aun-que no menos inolvidable fue el recorrido por sendas partes de la ciudad pues tanto el atractivo medieval de Buda con sus bellas callejuelas, iglesias y palacios, llenos de arte e historia, en cuyos alrededores no faltaba el complemento bohemio de pintores rodeados de sus cuadros o las hacendosas bordadoras ofreciendo a los visitantes sus originales manteles con los que ganarse unas cuantas monedas.
Pero Pest, junto con la vieja Buda y el Danubio de por medio, constituye el complemento perfecto de lo antiguo y lo nuevo. Pest inyecta a la ciudad el glamour dieciochesco y la elegancia de sus grandiosos monumentos entre los que destaca el bello edificio del Parlamento, inactivo de democracia durante años a causa de la larga dictadura comunista, pero majestuoso cuando se haya iluminado en plena noche. Y de Buda-Peste ,siguiendo el curso del Danubio arriba, visita a sus alrededores, incluida la abadía de desde cuya Iglesia puede otearse un panorama sin igual..
La tarde del día 10 pisamos Viena, la grandiosa y armónica ciudad imperial de la bella, romántica y cuestionable emperatriz Sisi. En torno a ésta y a su esposo el emperador Fco. José parece estar construida y ambientada, incluso hoy en día. la hermosa ciudad, Pero Viena no es sólo el recuerdo romántico - también ganancial- de la bella emperatriz; es así mismo elegancia de las formas y las artes: palacios, igle-sias, museos, ópera, canto, conciertos y paz. Rezuma tranquilidad, elegancia, arte, armonía y bienestar. Podríamos decir que es la ciudad en donde las formas se han acomodado a la sutileza del espíritu y de la cultura al igual que la modernidad a su no tan lejana historia imperial .
La recepción ofrecida por el Ayuntamiento de la capital austriaca a los congresistas y acompañantes del Teléfono de la Esperanza fue todo un detalle: desde el marco sin igual del palacio municipal como la organización del evento con la peculiaridad del espectáculo del vals interpretado por varias parejas al estilo más clásico y bohemio de la época. ¡ Todo un espectáculo que culminó, a la salida, con el gentío que participaba en una de las sesiones del Festival Internacional de Cine que se celebraba asimismo en la ciudad al aire libre.
Y por si faltase algo que colmara nuestra estancia en Viena: ¡ nada más y menos que la final del Campeonato del Mundo de Fútbol en donde España venció a Holanda, quedando campeona ! Fue todo un espectáculo de nervios y convivencia en uno de los comedores del hotel: cerveza, vino, y tapas de la tierra, hasta que por fin lle-gó al definitivo ¡ gooool ! que nos convertiría en ¡ Campeones, Campeones !
Desde Viena, el segundo día de estancia en ésta, mientras los Congresistas debatían Ponencias y Comunicaciones, cuantos acompañantes lo desearon partimos en visita al Monasterio-Abadía de en donde, como pudimos gozar de las maravillas que circundan al Danubio al igual que el inigualable edificio del Palacio Abadía. Al día siguiente dedicamos la jornada: unos a visitar los palacios imperiales y otros a deambular y conocer la ciudad.
De Viena camino de Praga, pero no sin antes visitar Bratislava, la pequeña y bonita capital de Eslovenia en donde la paz y la tranquilidad de sus calles y paseos invita al viajero a sentarse a las sombra de sus viejos y frondosos árboles a tomar la copa, comer en sus recoletas terrazas o disfrutar del bocadillo sentado bajo el frescor de sus árboles. Por la tarde, con el mismo calor que los días anteriores nos pusimos en marcha hacia Praga a donde pensábamos llegar a media tarde. Pero otro inesperado percance, esta vez dos camiones incendiados en la autovía, nos lo impidió. No obstante las varías horas de espera en la autovía sirvieron para que los viajeros nos conociéramos mejor: horas de distensión, chistes, chucheras, cantos y paseos. Cuando llegamos a Praga nos encontrábamos molidos por lo que la mayoría de nosotros optó por echar un rato en el hotel tras la cena en frío que se nos sirvió en las habitaciones.
A la mañana siguiente la esperada visita a Praga. Y digo esperada porque cuantos la conocían se habían prodigado en elogios sobre ella, elogios que no eran para me-nos: la capital del antiguo reino de Bohemia y de la no tan lejana Yugoeslavia merecía la pena de ser admirada. Hasta el punto de que éste que escribe, a pesar de tener que ayudarse con muletas no se perdió ni chiquita de la misma. A uno y otro extremo del inigualable Puente de Carlos una ciudad totalmente estructurada y perfecta-mente diferenciada extiende sus alas de bella arquitectura de épocas varias y de un ambiente tal que inunda la ciudad, dejando al viajero con ganas de volver de nuevo a disfrutar de ella varios días. ¡ Me recordó tanto a España ! En sus monumentos y estilos se funden varias de nuestras ciudades y su ambiente callejero podría compararse con tantos y tantos lugares del copeo español. Su majestosa y gran plaza nos invita a caminar como lo hacen nuestros más despreocupados y jóvenes mochileros que con su entusiasmo y desenfado alegran la vida de la ciudad. Las terrazas repletas de gente, tomando algo y charlando son una fiel imagen de nuestros mejores lugares de alterne. ¡ Y no digamos su noche ! ¡ Su noche es única ! Lo que en las anteriores ciudades visitadas todo era silencio y sosiego, en Praga se convierte en ambiente callejero del fino, del comercio nocturno con sus bellos y tallados cristales y sus maravillas arquitectónicas iluminadas y admiradas por miles de visitantes que por ella deambulan.
Pero antes de dejar Praga la vista obligada al balneario de Farol Vivary: ¡ todo un conjunto de bellos y nobles palacios prusianos al servicio de aristócratas y poderosos ! Eso sí: con su pátina de deterioro a causa de la rigidez y el abandono del dominio comunista.
Y la última etapa del viaje, Berlín, con parada obligada en la capital de en la que durante unas horas visitamos su catedral y alrededores y en donde pudimos sentarnos a comer al regusto de un poco más de fresco y algunas gotas de fina lluvia. Al atardecer en Berlín, con un confortable hotel y una cena en condiciones. Y a pesar del cansancio, no quisimos perdernos el ambiente callejero, algo hippie, algo pasota, pero encantador del Berlín Este en donde, a veces, ni siquiera escale-ras mecánicas en sus estaciones de Metro. ¡ Claro, que también brillan por su ausencia en algunas del rico Berlín Oeste !
Berlín gira alrededor del Muro, como si éste fuera su “ particular fetiche ”, su peculiar gallina de los huevos de oro. Es como si el Muro compensase todo el trágico dolor pasado por los Berlineses a lo largo de su negra historia cercana, pero en don de apenas se trasluce el drama de la larga noche Nazi. Berlín no es una belleza histórica pero si una ciudad grandiosa llena de gente, comercios y vida. En sus largas y amplias calles bulle una muchedumbre variopinta de gente deambulando de un lugar a otro con sus mochilas a la espalda y sus celebres salchichas en mano, saliendo y entrando con sus grandes almacenes, tomando enormes jarras de cerveza en sus animadas terrazas o visitando sus museos e iglesias a lo largo del río.
Y para despedirnos Postdan, la ciudad universitaria del mediocre Tratado que con figuró la tan discutida Nueva Europa. Una ciudad sin apenas atractivo y cuyo Pala-cio Real, grandioso cual ninguno, se haya en un estado de cierto deterioro.
Pero no podía faltar el último percance: a la vuelta a Badajoz, en una de las rotondas de entradas a Trujillo, dos impactos metálicos en dos de las ventanillas del autobús de AUTO-RES. Tal incidente nos tuvo retenidos en un restaurante cercano a la mencionada ciudad vario tiempo al objeto de que la Guardia Civil efectuara las diligencias oportunas respecto al incidente por lo que nuestro aterrizaje en Badajoz tuvo lugar con el consiguiente retraso.
Agustín Romero Santisteban Escritor Colaborador del Teléfono de la Esperanza de Badajoz
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