domingo, 29 de agosto de 2010

Carta de Andres Aberasturi al hijo de Vicente del Bosque

A Álvaro del Bosque
-Andrés Aberasturi-
No ha sido Iniesta con su gol, ni Iker con su
beso, ni tantos otros -todos-los que a lo largo de un
mes han logrado arrancarme una sola lágrima; es
verdad que me han acelerado el pulso, me han
cabreado, me han hecho feliz, han logrado que
chillara, que me quedara mudo* todo menos llorar.
Hasta que llegaste tú, Álvaro del Bosque, y dijiste
a no sé qué cadena de televisión que te sentías
orgulloso de tu padre, que siempre le querías
ayudar y que tu corazón estaba con él. Fueron
apenas unos segundos frente a la pantalla, los
suficientes para que un lagrimón, gordo y dulce
como melocotón, cruzara la barrera de mis ojos
cansados de haber visto la tierra que no cambia.

Y lo has conseguido; ya ves, Álvaro, lo que no han
conseguido ellos sobre el césped durante no sé
cuántos partidos, me las dado tú en apenas unos
segundos.
Ya te imaginarás que no lloré de pena sino de
emoción, de solidaridad, de entendimiento de
muchas cosas. Puedes estar contento porque lo
que dijiste a la tele, lo has conseguido plenamente:
a tu padre se le entiende a través de ti, se le nota a
la legua que tu ayuda ha sido indispensable para
ser la persona que es y que junto a su corazón, late
el tuyo porque los corazones no sabe de síndromes
ni cromosomas.
Te escribo esta carta cuando aún no han empezado
los líos de las celebraciones oficiales y por eso no
sé si tu padre, el hombre al que sin duda tú
enseñaste a ser tranquilo y a relativizar el dolor del
fracaso y el fulgor del éxito, cumplirá la promesa
que te hizo de subirte al autobús de los héroes. Si
al final no ocurre, no te enfades demasiado. Vicente
es así y hasta es posible que le de vergüenza pedir
para alguien suyo un trato de favor; escondido, casi
parapetado tras ese bigote tan poco galáctico, tu
padre es la personificación del hombre bueno, del
viejo jugador que lo consiguió todo, del entrenador
magnífico pero que no daba bien en las fotos, del
seleccionador que ha unido a un equipo y a un
país, de la persona que cada día te llevaba al
colegio de integración y firmaba paciente los

autógrafos que tú habías prometido a tus
compañeros de clase.

Y eso es todo Álvaro; dentro de una semana, nadie
hablará ya del Mundial, la resaca del triunfo habrá
pasado y a tu padre -imagino, que en este país
nunca se sabe-le renovarán en su cargo. Cada uno
volverá a su lucha y el calor de este verano
excesivo hará que todos busquemos la sombra
acogedora. No siento envidia de tu padre porque
los dos sabemos que el triunfo es efímero y porque
yo -como él-también tengo otro corazón que
siempre está a mi lado.

1 comentario:

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Una preciosa y emotiva carta que llega muy dentro. Esos valores que son los que permanecen en el tiempo, deberían prodigarse más entre nosotros.

Hay muchos "Vicentes del Bosque" y "Andrés Aberasturi" que tienen también corazones cerca, pero existen, por el contrario, otros en su situación que no sacan el corazón al viento. Afortunadamente, cada día son menos.

Enhorabuena por vuestra labor.