miércoles, 31 de marzo de 2010

¡Escúchame!

Cuando te pido que me escuches, ¡Escúchame!

Cuando te pido que me escuches y al instante me sueltas tu opinión, no estás haciendo lo que te pido.

Cuando te pido que me escuches y me interrumpes para decirme que lo has comprendido todo, temo que no hayas comprendido nada.

Cuando te pido que me escuches y te declaras en desacuerdo con lo que siento, desdeñas lo que estoy viviendo.

Cuando te pido que me escuches y me dices que habiendo vivido la misma experiencia has podido superarlo, me hundes en mi obsesión de no poder salir del atolladero.

Cuando te pido que me escuches para hablarte de un doloroso fracaso sentimental, no es para que mantengas la esperanza del regreso del ser querido, sino para que me acompañes en mi deseo de plantarle cara a un drama de la ruptura.

Cuando te pido que me escuches para contarte lo mal que me siento, ahórrate, por favor, la peor de tus respuestas:

“¡No te falta nada para ser feliz!”

Cuando te pido que me escuches para intentar librarme de las ideas negras que surgen de lo más profundo de mi depresión, no es para que sustituyas al psicólogo. Él trata de curarme. Por tu parte, escúchame solo.

Cuando te pido que me escuches para hablarte de la tentación de poner fin a mis días, no intentes demostrarme que sería un error por mi parte pasar al acto, eso me hundiría todavía más. Trata más bien de escucharme y de comprenderme en mi desesperación: respetando mi decisión de morir, puedes ayudarme a alejarla de mi pensamiento.

Cuando te pido que me escuches, no es para que me consueles, ni para que te compadezcas, y menos todavía para que me juzgues, para bien o para mal. Trata de estar ahí sencillamente, acogedor y disponible, porque ya nadie más me muestra su bondad ni me dedica su tiempo.

Cuando te pido que me escuches, ¿para qué hacerme tantas preguntas? Lo que más estimo es la posibilidad de poder decirte lo que tengo ganas de expresar y no lo que a ti te gustaría oír.

Cuando te pido que me escuches, no te dejes distraer por la preparación de una respuesta. Lo único que me hace falta es tu presencia silenciosa, intensamente atenta. Si te pido que me escuches, es porque una oreja amiga me ayuda a ponerle palabras a mi malestar. Hablándote, puedo organizar mi pensamiento, avanzar y mejorar en la comprensión de mis dificultades, de mi sufrimiento o de mi drama. Así pues, no es necesario que hables tanto. Simplemente, con todo tu corazón y toda tu inteligencia, ¡escúchame!

Cuando te pido que me escuches, ¡escúchame!

Jean NICOLAS

S.O.S Amitié France

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