Nuestra tarea fundamental en esta vida es aprender. A pesar de la era de la información en que vivimos, sabemos tan pocas cosas…
Hoy, sabemos, que por sí solas, la tecnología y la ciencia son incapaces de resolver nuestros problemas. Tenemos que encontrar el equilibrio adecuado, y el amor es la piedra sobre la que se basa el equilibrio de la vida.
En mi caso particular, y, después de una trayectoria profesional ininterrumpida durante cuarenta años, he llegado a un momento de mi vida, en el cual efectúo un balance personal, en el que me hago las típicas preguntas que muchos nos hacemos en nuestro interior: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿qué hago en este mundo?, ¿Cuál es mi misión en la vida?, etc..
Después de toda una vida dedicada fundamentalmente a la profesión castrense, hace tres años, el concepto de mi vida cambió radicalmente, dando origen a una nueva forma de pensar y sentir.
Durante estos tres últimos años, he recorrido, lo que para mí no solo ha sido un camino distinto, sino a la vez enigmático.
Un día me dí cuenta, que la vida humana es algo más maravilloso y profundo, de lo que me había hecho creer mi rigurosa formación militar, llena de valores. Si bien por un lado, ésta me ha dado muchas satisfacciones, por otra, quizás debido a su vocación y exigencia, me ha mantenido al margen de mi verdadera existencia; de mi verdadero Ser; el Ser, que todos sin excepción, tenemos en nuestro interior; que es el amor de Dios, y, el que da sentido a nuestras vidas.
Después de esta catarsis, por llamarla de alguna manera, ahora puedo entender, que esa larga trayectoria profesional, (más de la mitad de mi vida), en verdad me ha servido interiormente para echar raíces; raíces para empezar a crecer espiritualmente en este momento de mi vida. Tal y como yo la interpreto, para mí, es una segunda vida; que no es sino una oportunidad de crecimiento interior que el universo me brinda para mi realización espiritual, y, que solo acaba de comenzar a dar sus primeros pasos.
Mi primer crecimiento personal, me lo brindó el Teléfono de la Esperanza de Badajoz, con la realización de sus dos cursos estrella: “Conocimiento de mí mismo” y “Crecimiento personal”. De ambos, guardo un grato y especial recuerdo que nunca olvidaré, y un especial cariño y afecto a sus coordinadores.
Sin duda alguna, estos cursos, fueron mi brújula interior. Ellos fueron el primer jalón de referencia para que yo encontrara el verdadero camino. El camino que todos sin excepción venimos a recorrer en esta vida, y que es el motivo por el cual nacemos.
No es un camino hacia ninguna parte, es un camino hacia nuestro interior, el cual tiene como meta y objetivo final la unión de nuestra alma con Dios.
Recorriendo este camino interior, el cual cada uno elige desde muchos puntos de partida y a través de muchas formas y medios, es como verdaderamente damos sentido a nuestras vidas y encontramos la felicidad.
Nuestra misión en la vida es encontrarlo y recorrerlo, es para lo que hemos nacido. Hemos nacido para: aprender, amar y evolucionar.
La mayor parte de las personas en la actualidad, buscan la felicidad en el exterior y en los bienes materiales, pero en verdad la están buscando en el sitio equivocado. Ello es debido a un paradigma ya muy arraigado en nuestra sociedad desde hace mucho tiempo. La felicidad en verdad, está en el interior de la persona, está dentro de nosotros mismos, es una actitud o un estado mental. La verdadera felicidad es descubrir a Dios en nuestro interior, o lo que es lo mismo, el amor de Dios que hay dentro de nosotros. Y para esto hay muchos caminos, como por ejemplo: la meditación, la oración, el silencio, vivir el presente de manera consciente, la religión, el yoga, el amor al prójimo, a nosotros mismos, y a todo lo que existe, etc.
Durante esta última etapa de mi vida, me inicié a la lectura (metafísica en general), y una de las primeras cosas que me llamó la atención, fue que el concepto de amor, predominaba en casi todo tipo de lecturas y temas; así como en gran variedad de libros en general. Para ser sincero, debo decir que en un principio, personalmente lo consideraba frívolo. Pero a medida que me adentraba en todo tipo de lecturas, cada vez estaba más convencido de la gran importancia del amor en nuestras vidas, pero seguía sin saber porqué. Hasta que un día llegué a la conclusión de que el amor, es sin duda, la piedra angular de la vida. De nuestras vidas.
Me dí cuenta de que: Dios es amor. Que todo lo cognoscible y creado, está hecho con amor. El mismo amor que Dios ha manifestado en la creación, está repartido en forma de energía entre los átomos de todo lo que existe. Esta energía, es la misma de la que todo y todos estamos hechos. (la ciencia lo ha descubierto hace poco en la física cuántica). Absolutamente todo está hecho de energía. Esa energía es la energía de su amor, la misma que da la vida a todo lo que existe.
Así pues, el amor, es el motivo por el cual vivimos. Pues solo a través de él evolucionamos. En verdad, el amor es la razón de nuestra existencia.
Nosotros creemos que respiramos, pero en verdad es Dios quien respira por nosotros. Si de nosotros dependiera, moriríamos. Nosotros creemos que vivimos y existimos, pero en verdad es él quien lo hace desde ese átomo de conciencia pura que todos sin excepción tenemos en lo más interno de nuestro ser y del que no nos podemos desprender, por que él así lo ha dispuesto.
Dios vive en todos nosotros. Una prueba, es que nuestro organismo funciona por sí solo. Verdaderamente, nosotros no hacemos nada para que nuestros órganos funcionen. Lo hacen por sí solos. Es evidente que hay una inteligencia superior que lo está controlando todo.
El es quien vive en todo momento. Nosotros en verdad, no hacemos nada por sí solos, es Dios quien se manifiesta a través nuestro.
Lo que a continuación relato en estos pocos párrafos, no es más que unos conceptos contenidos en mensajes extraídos de algunos libros, que han crecido y madurado en mi mente a lo largo de estos últimos años, para convertirse en preciosas flores que ahora os regalo, con la esperanza de que sirvan a los lectores como fuentes de reflexión e inspiración en su búsqueda de lo realmente importante: el crecimiento espiritual, la alegría, la paz, la vida eterna… y sobre todo, recordarles EL PODER DEL AMOR, porque SÓLO EL AMOR ES REAL.
¿Qué es el amor?
El amor es la respuesta de todo. El amor no es una abstracción, sino una energía de verdad. Empieza a entrar en contacto con Dios en tu interior. Siente el amor, expresa el amor. El amor disuelve el miedo.
Cuando se siente amor no puede temerse nada. Como todo es energía, y el amor abarca todas las energías, todo es amor.
Nuestros corazones conocen el camino de la felicidad y la paz interior.
Prácticas espirituales como la meditación y la oración, nos recuerda lo que ya sabemos. Cuando nos olvidamos del mensaje de nuestro corazón y caemos en la rutina y en los baches de la vida, nos sentimos insatisfechos y desdichados. Nuestra perspectiva está borrosa, hemos olvidado nuestro plan de vida, nos hemos perdido.
El remedio es sencillo: dedica tiempo a recordar tu divinidad, tu naturaleza espiritual. Recuerda porqué estás aquí. La meditación es una forma de despertar la memoria.
La meditación es el arte de poner la mente en blanco para acallar la cháchara perpetua que normalmente llena nuestra conciencia. En la tranquilidad de la mente silenciosa, empezamos a ser observadores, a tomar distancia y, con el tiempo y la práctica, a darnos cuenta de que existe un nivel de conciencia superior (solo hay que mirar al cielo por las noches y perderse en la inmensidad de la bóveda celeste).
En realidad todos los seres humanos estamos conectados para siempre, solo que no nos hemos dado cuenta. Nuestra mente no está en el cerebro, sino en la mente colectiva del campo bioenergético del planeta. Y jamás perderemos a nuestros seres queridos, también estamos unidos a nuestra familia cósmica, y si no la vemos físicamente es por que están en otra dimensión.
Cuando tenemos experiencias espirituales, casi siempre evocamos la energía del amor. Esa forma de amor incondicional, absoluta e ilimitada. Es como un impulso de energía pura, una energía que también posee atributos de gran fuerza, como la sabiduría, la compasión, la eternidad y la conciencia sublime.
El amor es la energía más básica y dominante que existe. El amor es la esencia de nuestro ser y de nuestro universo.
El amor es el componente fundamental de la naturaleza que conecta y une todas las cosas y a todas las personas.
La energía del amor es, en potencia, más fuerte que cualquier bomba y más sutil que cualquier hierba. Lo que sucede es que aún no hemos podido aprovechar esa energía tan básica y pura. Cuando lo consigamos, podrá darse una curación en todos los niveles, individual y planetaria.
Nuestras almas siempre se sienten atraídas hacia el amor.
Cuando comprendamos de verdad el concepto de que el amor es energía que lo abarca todo y que su impulso curativo puede transformar con rapidez, nuestros cuerpos, mentes y almas, superaremos nuestros males y nuestros dolores.
Dios es paz. Dios es amor.
Nos hemos olvidado de que, puesto que hemos sido creados a imagen divina, Dios está en nuestros corazones y todos somos criaturas de paz, seres de amor y divinidad. Sólo hay una religión, la del amor. Sólo puede haber una, porque sólo hay un Dios, el Dios de todos nosotros.
Tenemos que amarnos los unos a los otros, porque el amor es el camino. De lo contrario nos condenaremos a repetir curso tras curso, hasta que aprendamos la lección del amor. (sucesivas reencarnaciones)
Sólo si nos deshacemos de nuestros miedos, si vemos a la gente de otras religiones como iguales, como almas como nosotros que van camino del cielo, podremos amar en un sentido auténtico, incondicional.
Espiritualmente todos somos lo mismo. Todos remamos en la misma galera. En nuestras muchas reencarnaciones (hecho demostrado en la actualidad), hemos sido de todas las religiones, de todas las razas. El alma no tiene raza, o tiene religión, sólo conoce el amor y la compasión.
Todos somos seres divinos. Hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos separado de nuestro diseño original y por eso nos hemos olvidado. Y para volver a casa tenemos que recordar el camino.
Como los radios de una rueda de bicicleta, todos los caminos indicados para las grandes religiones llevan al mismo centro, a la devoción y a la iluminación (espiritualidad). No hay un camino mejor o peor que otro.
Hay grandes verdades, belleza y sabiduría en todas las grandes tradiciones religiosas. No es necesario que abandonemos nuestra tradición. Al fin y al cabo, unas prefieren las rosas, y en cambio a otros les gustan las flores silvestres. (Flores de distintos colores, hacen bonito jardín). Todas tienen su belleza propia y Dios hace que el mismo sol las ilumine, que la misma lluvia las alimente. Son distintas, pero todas son especiales.
La lluvia cae sobre malas hierbas igual que sobre las flores, y el sol brilla en las cárceles igual que en las iglesias. La luz de Dios no discrimina, y tampoco la nuestra debe hacerlo.
No hay un único camino, una única iglesia, una única ideología. Sólo hay una luz. Cuando caen las barreras, todas las flores pueden florecer juntas en un jardín de esplendor sin igual, un paraíso terrenal.
Recordar que somos almas, que somos inmortales y que existimos siempre, en un vasto mar de energía es la clave para llegar a la alegría y a la felicidad.
En ese mar energético, toda una serie de espíritus que están para ayudarnos nos conducen por el sendero de nuestro destino, nuestro viaje evolutivo hacia la conciencia de Dios.
No competimos con ninguna otra alma: nosotros tenemos nuestro sendero y ellos el suyo. No se trata de una carrera, sino de un viaje que emprendemos juntos hacia la luz de la conciencia.
Las almas que han progresado o evolucionado más, tienden una mano con amor y compasión a las que se han quedado atrás. La última alma que completa su trayecto no vale menos que la primera. Todo es crecimiento y aprendizaje, es un crecimiento continuo. El cuerpo no es más que un vehículo que utilizamos mientras estamos aquí de paso en este planeta escuela. Lo que perdura eternamente es el alma y el espíritu. Nuestras almas existen en una corriente de amor energético.
Nunca nos separamos realmente de nuestros seres queridos, aunque nos sintamos alejados y faltos de amor.
Olvídate del pasado, pues ya no volverá. Aprende de él y déjalo en paz. La gente madura y cambia constantemente. No te aferres a una imagen ilimitada, desconectada y negativa de una persona en el pasado, mírala como es ahora. Tu relación con los demás está siempre viva, siempre en continuo cambio.
Cuando las religiones hablan de la naturaleza de Dios, siempre se menciona el amor. Eso se cumple en todas las religiones y nos une a todos.
Como ya dijimos, todos sin excepción llevamos un átomo de conciencia pura en nuestro interior, que es la esencia de Dios. Por eso no hace falta que le busquemos en ningún templo, él ya está dentro de todos nosotros; sólo tenemos que buscarle en nuestro interior, y silenciar nuestra mente para poder escucharle. Por eso es tan importante la meditación diaria, porque con su práctica, ésta acalla nuestra mente y aflora nuestro corazón, con sus verdaderos sentimientos. Este es el gran secreto para que Dios se nos manifieste interiormente. Es muy fácil pero a la vez muy sutil.
Nuestra naturaleza básica se basa en el amor, la paz, el equilibrio y la armonía. Nuestra esencia innata es compasiva, cariñosa y buena. No nos hace falta aprender qué son el amor y el equilibrio, la paz y la compasión, el perdón y la fe. Los conocemos desde siempre.
Anhelamos la ilusión de seguridad, en lugar de la seguridad de la sabiduría y el amor. La verdadera seguridad deriva de la paz interior y del conocimiento de nuestra esencia auténtica, que es espiritual.
En realidad nada puede hacernos daño, porque somos inmortales y eternos, porque somos seres espirituales, no cuerpos físicos porque siempre hay quien nos ama y nos protege, porque nunca estamos solos, porque Dios y todo un ejército de seres amorosos nos protegen siempre, porque todos tenemos la misma esencia. Así, pues, no hay por que tener miedo. Esta verdad es el secreto de nuestra seguridad y de nuestra alegría.
Eres un carpintero que está construyendo su hogar espiritual. ¿Cuántos martillos hacen falta para levantar tu hogar espiritual?.
¿Qué es mejor, mil martillos o uno perfecto?. Lo que cuenta es la calidad de la casa, no cuantos martillos tiene el carpintero. Dedicamos demasiado tiempo a acumular martillos y no el suficiente a construir nuestro hogar espiritual.
El amor lleva a la comprensión. La comprensión lleva a la paciencia. Y entonces se detiene el tiempo. Hay que dedicar tiempo a aprender.
Si practicas el silencio, el viaje interior, si te das tiempo para escuchar y crear el espacio para escuchar, serás capaz de oír.
En nuestro paso por esta vida, solo el amor es real. Nuestro nacimiento y muerte, ya lo son de siempre. Nosotros tan solo somos una ilusión óptica del tiempo y del espacio que en verdad tampoco existen, dentro de la eternidad que estamos destinados a compartir con nuestro creador.
Luis Ferrer Fernández
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