(artículo publicado en el Blog de Blanca, asistente al último Curso de "Conocimiento de sí mismo" celebrado en Santander)
Tantos años oyendo que la felicidad está dentro de cada uno, que hay que aceptarse y quererse para poder aceptar y querer a los demás, que la paz es el camino… Yo no acababa de entenderlo, pero, este fin de semana, lo he entendido, por fin, después de 38 años… No está mal.
He tenido la gran oportunidad de conocerme a mí misma. Como si me hubiesen puesto un espejo delante (que también me lo han puesto), he visto exactamente cómo soy, por qué soy así, incluso por qué los demás actúan de determinadas maneras. Lo que es más importante, qué es lo que me hace sentir mal, y que, si dejo de hacerlo, me sentiré mejor. También me han enseñado que no hay prisa, que el camino se hace poco a poco. Si dejas salir las emociones que te aprisionan el corazón, abres espacio para las que te lo ensanchan. Y, entonces, como decía el profesor Kanamori de Pensando en los demás, cabe en él tanta gente como tú quieras.
A veces, nos sentimos mal y no sabemos por qué; tratamos de distraernos, de buscar la solución fuera: viajando, practicando aficiones, haciendo deporte, viendo la tele, enganchándonos al ordenador… Pero el malestar sigue dentro, porque no tenemos que viajar hacia fuera, sino hacia nosotros mismos para encontrar la clave de la felicidad. Este viaje se convierte en un bálsamo para las heridas interiores que llevan años dentro. Y no hablo necesariamente de heridas graves, pues, afortunadamente, en mi vida, de momento, no me han puesto demasiado a prueba, sino de las heridas que nos vamos haciendo a nosotros mismos por no saber expresar lo que nos pasa, por no expresárselo a los demás, y por no entendernos a nosotros mismos.
Esta mañana, me he levantado con un “resacón” de ideas y de vivencias del fin de semana, después de un curso delTeléfono de la Esperanza en el que me he descubierto a mí misma. Estaba cansadísima, era lunes, y tenía que ir a trabajar… Entonces, al entrar en el baño, he visto en un jarrón las flores, el bambú, el romero… que me regalaron ayer Fátima, Soledad y Gloria, junto a la pequeña margarita de Mª José, y se me ha alegrado el corazón, porque lo que he vivido no es un sueño, está ahí. Luego, he bajado al coche, y al dejar la cartera en el asiento de al lado, me he encontrado un helecho que me regaló Carmen, y que se me había caído por descuido… y, de nuevo, se me ha alegrado el corazón. Y sé que cada vez que abra el cajón, veré los poemas, la frase de Vitola, el mando de Jose, atados por el cordel de lana color verde de Rosa, y se me volverá a alegrar el corazón.
Cada uno tiene su momento; sólo te puedes cambiar a ti mismo, y eres tú el que lo tiene que decidir.
Mi agradecimiento al Teléfono de la Esperanza por esta GRAN OPORTUNIDAD, al equipo que nos ha orientado en Santander, y a mis compañeros, a los que ya llevo conmigo, así como tantos momentos emocionantes que hemos vivido juntos.
GRACIAS de corazón
1 comentario:
¡Qué honor! ¡Muchas gracias por publicarlo en vuestro blog! Tengo que decir que todavía a ratos me cuesta seguir entendiendo, pero, por lo menos, tengo un manual donde mirar mis lucecitas ;-)
Un abrazo
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