Sin poder decir que no, se encontró un día en el Hotel Palace, vestida con el traje largo de noche, la gargantilla de su abuela tantos años guardada y con un suave olor a eau de rochas. De pronto se vio sentada en aquella mesa redonda para seis y al lado de aquel hombre extraño que le produjo un recóndito pudor. Era la boda de la hija del Jefe a la que se vio abocada a asistir.
Ella se sentía incómoda en aquel ambiente pijo que no era el suyo y en aquel tímido escote que hasta la fecha no había sido tampoco el suyo. Incómoda también en aquel lujo y en aquellos zapatos recién estrenados que aseguraba que nunca más se volvería a poner. Su deseo era que todo aquello acabara lo antes posible e irse a su casa a dormir y pensar en los escritos que al día siguiente le esperaban en la oficina.
- ¿Te llamas?, así comenzó aquella noche.
Cuando ella dijo tímidamente su nombre, él se sorprendió de una forma grata y agradable. Ella no paraba de mirar el traje de Armani que aquel hombre llevaba con elegancia y espontaneidad.
- Trabajo en París de ingeniero de informática para la UNESCO.
La conversación fue adentrándose por unos caminos insospechados para ella. Él había viajado por todo el mundo, conocía diversas culturas y le hablaba sin parar de gentes grandes de espíritu, hermosas, entrañables , de lugares como Santiago de Cuba, Marrakech, Londres, Rusia, Helsinki, Cabo Verde y Egipto. Ella que siempre había deseado viajar y conocer casi todo se encontraba de repente en una fiesta no querida y escuchando sin pestañear a un hombre que pensaba que no existía.
- ¿De dónde eres?, fue la segunda pregunta que le hizo.
Cuando pronunció con vergüenza el nombre de su pueblo, a él se le saltaron los ojos y comenzó con una cascada de preguntas en las que ella se sintió sorprendida por tanto interés: “¿cómo es?, ¿cuántos habitantes tiene?, ¿cómo es el paisaje?..” .
Cuando él le contó que siempre había deseado tener un pueblo pequeño donde retirarse al menos un mes al año, a ella le dio un vuelco el corazón y la cabeza le decía que aquello era imposible. Un ingeniero de alto estad interesándose por una mujer ubicada fuera de sitio y por el pueblo pequeño del que ella sentía vergüenza y pesadumbre.
Sin darse cuenta se encontró bailando y dando vueltas y vueltas al compás del vals de la orquesta. Se dejaba llevar y toda su vida en aquel instante era una noria de sueños. Se encontraba segura, revuelta en su corazón, pero insospechadamente a gusto. “Como es posible que estas cosas me pasen a mí; yo que tenía la vida encajada y resuelta y que había conseguido una cierta armonía”. Por momento sintió deseos de huir, de simular una jaqueca y dejar los brazos de aquel hombre inoportuno. Huir hacia su cama, su rutina y hacia su soledad y seguridad. Hacia su mediocridad.
¡Qué larga y hermosa fue la noche!. ¡Qué cálidos aquellos brazos!. ¡Qué bienestar le dio a su corazón el sentirse escuchada y valorada!.
Desde entonces aquella mujer se abrió a un mundo nuevo y desconocido para ella. Un mundo inseguro, pero lleno de riachuelos de vida como a ella le gustaba contemplar en su pueblo y abierto a las sorpresas y novedades. Eso le produjo, sin duda , inquietud, pero le hizo despertar. Aquel ingeniero de informática le abrió a la parte más hermosa de ella misma, aquella en la que habitan los sueños, y las locuras no tienen rejas. Le desveló lo bonito de sentirse importante para ella misma y para alguien más.
Tomado del libro “Desde el corazón y la esperanza”, Editorial STJ, de Barcelona
Enviado por Valentín Turrado
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