jueves, 16 de julio de 2009

Algo imposible sucedió

Sin poder decir que no, se encontró un día en el Hotel Palace, vestida con el traje largo de noche, la gargantilla de su abuela tantos años guardada y con un suave olor a eau de rochas. De pronto se vio sentada en aquella mesa redonda para seis y al lado de aquel hombre extraño que le produjo un recóndito pudor. Era la boda de la hija del Jefe a la que se vio abocada a asistir.

Ella se sentía incómoda en aquel ambiente pijo que no era el suyo y en aquel tímido escote que hasta la fecha no había sido tampoco el suyo. Incómoda también en aquel lujo y en aquellos zapatos recién estrenados que aseguraba que nunca más se volvería a poner. Su deseo era que todo aquello acabara lo antes posible e irse a su casa a dormir y pensar en los escritos que al día siguiente le esperaban en la oficina.

- ¿Te llamas?, así comenzó aquella noche.

Cuando ella dijo tímidamente su nombre, él se sorprendió de una forma grata y agradable. Ella no paraba de mirar el traje de Armani que aquel hombre llevaba con elegancia y espontaneidad.

- Trabajo en París de ingeniero de informática para la UNESCO.

La conversación fue adentrándose por unos caminos insospechados para ella. Él había viajado por todo el mundo, conocía diversas culturas y le hablaba sin parar de gentes grandes de espíritu, hermosas, entrañables , de lugares como Santiago de Cuba, Marrakech, Londres, Rusia, Helsinki, Cabo Verde y Egipto. Ella que siempre había deseado viajar y conocer casi todo se encontraba de repente en una fiesta no querida y escuchando sin pestañear a un hombre que pensaba que no existía.

- ¿De dónde eres?, fue la segunda pregunta que le hizo.

Cuando pronunció con vergüenza el nombre de su pueblo, a él se le saltaron los ojos y comenzó con una cascada de preguntas en las que ella se sintió sorprendida por tanto interés: “¿cómo es?, ¿cuántos habitantes tiene?, ¿cómo es el paisaje?..” .

Cuando él le contó que siempre había deseado tener un pueblo pequeño donde retirarse al menos un mes al año, a ella le dio un vuelco el corazón y la cabeza le decía que aquello era imposible. Un ingeniero de alto estad interesándose por una mujer ubicada fuera de sitio y por el pueblo pequeño del que ella sentía vergüenza y pesadumbre.

Sin darse cuenta se encontró bailando y dando vueltas y vueltas al compás del vals de la orquesta. Se dejaba llevar y toda su vida en aquel instante era una noria de sueños. Se encontraba segura, revuelta en su corazón, pero insospechadamente a gusto. “Como es posible que estas cosas me pasen a mí; yo que tenía la vida encajada y resuelta y que había conseguido una cierta armonía”. Por momento sintió deseos de huir, de simular una jaqueca y dejar los brazos de aquel hombre inoportuno. Huir hacia su cama, su rutina y hacia su soledad y seguridad. Hacia su mediocridad.

¡Qué larga y hermosa fue la noche!. ¡Qué cálidos aquellos brazos!. ¡Qué bienestar le dio a su corazón el sentirse escuchada y valorada!.

Desde entonces aquella mujer se abrió a un mundo nuevo y desconocido para ella. Un mundo inseguro, pero lleno de riachuelos de vida como a ella le gustaba contemplar en su pueblo y abierto a las sorpresas y novedades. Eso le produjo, sin duda , inquietud, pero le hizo despertar. Aquel ingeniero de informática le abrió a la parte más hermosa de ella misma, aquella en la que habitan los sueños, y las locuras no tienen rejas. Le desveló lo bonito de sentirse importante para ella misma y para alguien más.

Tomado del libro “Desde el corazón y la esperanza”, Editorial STJ, de Barcelona

Enviado por Valentín Turrado

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