(Relato perteneciente a la colección de “relatos telefónicos”,”Bebiendo Lágrimas”.Hacemos constar que es totalmente ficticio y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)
Nada más descolgar el auricular, por tu tono de voz y por tus pausas, descubrí que eras tú, aquella mujer alta y delgada, tan vestida de negro que tenía el alma oscura, la que estaba al otro lado. Como siempre tan sincera y locuaz. “¡Hola, soy Es…!. ¿Tú eres?... ¿Te acuerda de mi, verdad?. Dime que sí y espanto un poco esta tensión que no me tiene prisionera”.
Sin duda era ella, ya la había atendido ya en otras ocasiones. Trato de no olvidar al que desde el fango implora auxilio y centra sus ojos en los míos. Porque en una llamada telefónica también hay ojos y riñones y manos temblorosas. Recuerdo su última visita y las palabras que me dejó escritas en un folio rebuscado de la basura. Sobre todo evoco la metáfora del boabab. Para ella el boabad surgió a raíz de una excursión con su entonces marido al África profunda. Quedó impactada por aquel árbol inmenso, silencioso, acogedor de la larga planicie. Alimento, sombra, descanso, cobijo. “El boabab para mi es como la madre que no tuve o como el dios al que me gustaría poder rezar; estar a su lado es como vivir en el paraíso. En otros capítulos de mi vida el boabab ha sido el sexo, el alcohol, los excesos..”.
En aquel momento Es… estaba de cambio de estación interior, decidida a dar pasos importantes. ¡Cómo me alegré con sus palabras!. Como otras ocasiones me estremecí y dejé que mis lágrimas afloraran sin rubor camino de casa.
“He decidido hacer el camino de regreso, ¿sabes?. Un camino en solitario e inseguro. Atrás dejo algunos tropiezos y un par de decepciones. No me es fácil decir adiós y poner distancia con mis ojos. Supe que haría la mochila el día que dije NO y me mantuve en ese No, como un dique y una puerta. Dique a tantas aventuras en post de un cariño que las más de las veces se me negó, porque quien no sabe amarse a sí misma está imposibilitada para amar sanamente a los demás. Dique a caprichos y miradas que hasta entonces me habían despreciado, después de utilizarme, avasallarme, manosearme. Dique a un manojo innumerable de copas, vomitonas, escupitajos y dolores de cabeza. Que se dice pronto. Sé que me entiendes, por eso te lo escribo.
Ahora, que salí de casa sin dar un portazo y que afronto un nuevo destino, comprendo que todo fue necesario y que nada, nada es inútil. Nada. Gracias a mis tropiezos hoy estoy aquí, curándome esa ampolla en mi pie izquierdo y reconociendo que estrellarme contra mi propio frontón me obligó a cambiar de rumbo, a mirar en otra dirección. Hacer las cosas distintas para que los resultados sean otros. Que he decidido dejar lo que ya no me convence, lo viejo e inservible. Bastan una par de botas para este nuevo sendero.
Decir NO ha sido también una rendija por donde escabullirme a otro escenario. Es verdad que sigo sin ver con nitidez y que sufro espejismos y zozobras. He comenzado por otear lo que no quiero hacer, lo que no quiero ser. Por eso dejé en casa la chupa y los escotes atrevidos a mirones indeseados. También algunos lamentos y desazones. El que me quiera que sea como soy. No estoy dispuesta a venderme más, a dejarme zarandear por otro nuevo gilipollas.
Llevo un par de lunas sentada bajo la sombra de un gigante que tiene voz y alma. ¡No sabes cómo deseé estar donde estoy!. Acurrucada a sus pies. Amamantada por sus cientos de pechos. He vuelto a tener calor al cerrar los ojos y ternura al ser abrazada por sus infinitos brazos, ¡oh querido boabab! Mi Príncipe. Mi tesoro. Mi Dios grande y pequeño.
He regresado a la casa que hace no sé cuántos años atrás abandoné. La casa que soy yo misma. Mi boabab. ¡Cuánto tiempo he tardado en tornar!. Estoy serena y callada. Me gusta ver chisporrotear mis astillas en la chimenea y por primera vez sentir que todo está en mi y que nada he de buscar que no pase por las entrañas de mi propio corazón”.
Sí, al oírte al otro lado de la línea, sentí que volvías a estar lejos de tu querido boabab y conscientemente di un par de patadas a la pared de la habitación y garabateé con violencia el folio que había encima de mi escritorio para soltar la rabia que se me estaba metiendo en el entrecejo.
“Tengo un bajonazoooooo...por eso no he llamado antes ni he aparecido por la sede del Teléfono. He vuelto con mi herida, con el abandono de mis padres, sobre todo de mi madre. Tengo ganas de gritarle a mi madre: ¿Por qué coño me trajiste a éste puñetero mundo y luego, cuando ya no servía a tus propósitos, me expulsaste de tu corazón, de tu lado, de mi mar, de mis montañas, de mis raíces?. ¿Por qué no me arrancaste de tu vientre?. Tal vez, quién sabe, si tenía que nacer por cojones...hubiese encontrado un vientre...un Corazón capaz de amarme un poco...lo suficiente para al menos dejarme estar. Sólo eso. ¡¡¡Acaso es tanto pedir!!!. Quiero llamarla y decírselo de una puta vez. Tendría tanto que contar...nunca lo consigo...no es autocompasión, es rabia...odio...dolor...¡Por mí...como si te mueres mil veces!!!, pero es mentira...no quiero que ella se muera, eso sí es posible...quiero que me quiera!!! eso a éstas alturas ya no creo que sea posible!!! Bueno...la vida sigue, yo sigo viva y sobria...demasiado sobria, no quisiera sentir...tan a flor de piel, creo que me entiendes. Vuestro recuerdo me da más fuerzas de la que te puedas imaginar. Un día volveré, os daré un abrazo y os contaré...lo bien que me va...no desaparezcáis...por favor!!!”.
Llevo una temporada soñando con que Es… vuelve y llama a la puerta con esa forma peculiar de hacerlo. Sin tocar el timbre. Con los nudillos de su mano. Y que entra poniéndome delante un par de rosas y una franqueza que pertenece a los cuentos infantiles. “Venía pensando qué traerte y como mi cartera estaba vacía, pasé por el jardín del Cid y a un poli que había por allí le conté que quería hacer un regalo y que no tenía un chavo, que si me iba a denunciar si arrancaba un par de rosas amarillas. Me dijo que lo hiciera de forma discreta, sin que me vieran. Le di un beso en la mejilla y me dijo: ¡anda, vete, pareces una chiquilla!.”. “Oye, que.. espero que te gusten, si no es así voy por otras dos del color que prefieras..”.
Es… no ha regresado, pero hoy, cuando oí su voz triste y quejumbrosa en la casa de la esperanza, la abracé con toda mi alma. Todavía evoco las últimas palabras que le dije: “Es.. hay un momento en nuestra vida que es imprescindible poner nombre a nuestro dolor y abrirlo en canal. Es un momento crítico, doloroso. Los más cierran la herida y se van, dejando el pus dentro. Te animo a acoger tu malestar, a aceptar tu historia. ¿No te parece que te mereces otros capítulos más alegres y armoniosos?.”
“Sí, sí, eso, eso.. Si no voy a conseguir que mi madre me quiera, ¿para qué seguir con ese clavo?. Ya lo he llorado tantas veces. No me va a querer. Nunca. Va ser mejor dejarlo de una puta vez y pasar a otra cosa, mariposa. Empezando nuevamente por mí. ¿te acuerdas cuando un día te escribí que volver a mi propia casa me hacía bien?. Pues eso. Ha sido una alegría hablar contigo. ¿Sabes que tú también eres un boabab para mi?.
Hasta pronto”.
Valentín Turrado Moreno
Voluntario del TE
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