miércoles, 10 de abril de 2013

Ser uno mismo: 4 claves para la autenticidad

 

Antonio Badillo. Psicólogo y voluntario en el Teléfono de la Esperanza


Ser uno mismo. Se ha convertido en una frase hecha que forma parte del lenguaje habitual y todo un clásico de la literatura de autoayuda. Tiene un sentido positivo cuando se expresa con intención de animar a alguien a que tome sus propias decisiones, pero también en ocasiones expresa importantes prejuicios. Y es que a menudo quien lo expresa sostiene una actitud de no tener nada que aprender de nadie, que todo lo necesario para desarrollarse lo lleva ya consigo y también como excusa para hacer lo que le viene en gana a cada momento sin tener en cuenta las consecuencias que su conducta tenga sobre los demás. Es fácil adivinar la autosuficiencia y la prepotencia que emanan de estas actitudes más frecuentes de lo deseable en la sociedad egocéntrica y narcisista en que vivimos. El verdadero sentido de la frase viene a ser otro muy distinto; ser uno mismo es un proceso complejo que puede y debe, durar toda una vida, puesto que llegar a ser uno mismo es llegar a conocerse y ésta es una tarea que nunca se concluye del todo. Es necesario conocer qué queremos ser y después ser fieles a ello, en un itinerario personal que lleva consigo un descubrimiento incesante y una corrección perpetua. 

Algunos procesos a tener en cuenta en el camino para llegar a ser uno mismo son: 


Aprender. La vida es un continuo proceso de aprendizaje; muchos de estos aprendizajes son gozosos y otros dolorosos. El dar con la clave motivadora para “aprender a aprender” es de vital importancia para vivir la vida con todas las posibilidades de plenitud de lo humano y no pasar por ella sólo sobreviviendo. Los aprendizajes que generalmente nos enseñan a ser nosotros mismos los recibimos de otras personas y acontecen muchas veces en nuestras vidas sin que los busquemos, siempre que estemos con los oídos abiertos a lo que la vida quiera decirnos. 


Desaprender. Vivimos en una época de cambios vertiginosos, tanto en lo tecnológico como en lo social.  Aprender no consiste sólo en adquirir nuevos conocimientos, sino también en saber deshacerse de los antiguos aprendizajes que ya no se adecuan a la nueva visión de la realidad. Pero en muchas ocasiones experimentamos una dificultad para deshacernos de nuestras creencias, cuando hacerlo supone asumir riesgos existenciales o bien distanciarse de figuras de apego poderosas en nuestro universo afectivo. También resulta difícil reconocer en nosotros mismos pensamientos que no son genuinamente nuestros, sino que han sido creadas por ese Otro impersonal (el grupo, la sociedad) y que mantenemos por una cuestión de seguridad. Desaprender es de vital importancia para poder ser de verdad nosotros mismos, lo que supone una cuestión de libertad afectiva, sustituir el apoyo ambiental por un auténtico autoapoyo. Será la libertad afectiva y el contacto con nuestra propia experiencia, las que decidirán la calidad de nuestros desaprendizajes. Es urgente la tarea de deshacernos de aquello que no dé la talla de nuestra estatura personal si queremos ser de verdad nosotros mismos.


Decidir. Decidir es vivir, y cada vez que tomamos una decisión tomamos la decisión más importante, la de optar por la vida. Muchas veces pensamos que decidir es simplemente hacer una comparación entre las ventajas y alternativas de diferentes opciones, sin tener en cuenta los miedos y las impresiones que anidan dentro de cada persona y que a veces se confunden con los ideales. Para tomar decisiones es necesario tener la actitud de optar por la felicidad y la vida como principios y esto que parece fácil no lo es al menos en lo relativo a las vivencias interiores, donde muchas veces nos regodeamos con los que nos culpabiliza, nos disminuye o nos condena.


El sentido de la vida. Supone desarrollar actitudes básicas en favor de la vida, que pasen por elegir la felicidad para mí mismo y para los demás, huyendo de las imágenes empobrecedoras de lo humano que nos ofrece la sociedad de hoy con fines manipuladores, que hunden la autoestima, llenan de culpabilidad e inducen a vivir la vida con negatividad. En un tiempo en que presumimos de tener la autenticidad como uno de nuestros valores supremos, sería bueno que nos atreviéramos a vivir la vida de verdad pensando por nosotros mismos, haciéndonos preguntas abiertas ante lo que nos sucede y dándonos permiso para experimentar, en diálogo continuo con la realidad y su horizonte provocativo.

1 comentario:

Ana Hijón dijo...

Hoy os dedico en espacio en mi blog, me ha gustado mucho cómo lo habeis expresado.

Os felicito por vuestro blog y os presento el mío:

http://www.depresionenprimerapersona.es

Estoy en Madrid formándome como voluntaria de nuestro querido Teléfono de la Esperanza.