sábado, 30 de enero de 2010

DOÑA MAYA Y DON BARRO

Doña Maya era una persona alta, delgada y con grandes estudios. Le gustaba caminar con la frente alta y mirar a los demás por encima del hombro. Sabía hablar muy bien y, sobre todo, era muy presumida. Lo que más le gustaba era subirse al campanario de la iglesia y tocar las campanas para que todo el pueblo dijera “¡Qué bien toca!, ¡Qué guapa es!”.

Cuando el pueblo se reunía en Concejo, se colocaba en un alto, hablaba la primera y decía cosas tan ocurrentes que ya nadie se atrevía a intervenir.

Así, Doña Maya se fue volviendo orgullosa, tan orgullosa que despreciaba a los demás y los consideraba inferiores.

Don Barro era un hombre bajo, más bien feo y regordete y su cara tenía un color rojo saludable. Él se sentía pequeño, como ruin y sin importancia. Era de pocas palabras, un tipo casi silencioso y siempre pensativo. Cuando le hablaban mal de los demás, él no decía nada; se quedaba mirando a la persona que echaba sapos por la boca. Por este motivo le habían apodado "el pasmao". Nunca dejó de hacer un favor a nadie que se lo pidiera. Los niños decían que tenía cara de hogaza de pan, por lo bueno que era, claro. Por las noches le gustaba mirar las estrellas y escribir pensamientos ingenuos como: “quien ayuda a los demás se ayuda a si mismo”, “la sonrisa es la puerta que abre el corazón de la fantasía”. Luego, los convertía en barcos de papel y los arrojaba al río del lugar. No era la perfección moral, pero sí honrado y sano.

Un día, un mago llamado Zumaj se presentó en el pueblo. Doña Maya tocaba las campanas mientras el pueblo, congregado para la misa del domingo, aplaudía sin parar. "¡Sed como yo!" , decía. "Fijaos en mi; mi inteligencia es tan grande que ninguno de vosotros se puede igualar."

El mago Zumaj se quedó sorprendido ante tanto orgullo y le lanzó una maldición:

"Por ser tan engreída, a partir de ahora desaparecerás 11 meses y tus convecinos sólo te podrán ver un mes al año. Estarás sobre un alto pedestal, inmóvil, y muchos vendrán a verte y a admirarte. Durante ese mes serás la admiración de todos, pero hibernarás durante los 11 meses restantes"

"¡Pero...... no podré tocar las campanas!", dijo enfadada Doña Maya.

"Tarde o temprano, los que se creen superiores y miran a los demás desde lo alto, terminar por caerse de su campanario y son condenados al olvido", sentenció el sabio Zumaj.

El mago siguió su camino y se encontró al bueno de Don Barro que estaba cuidando el jardín de la plaza. Lo hacía de noche para que nadie pudiera ver su gesto desinteresado. Zumaj le miró a los ojos e inmediatamente adivinó en ellos su bondad. Se acercó a él y le dijo:

"A partir de hoy, serás un hombre importante. Tú serás imprescindible para hacer todo tipo de vasijas y cacharros. En ti se guardará el agua que calmará la sed y tu cuerpo albergará la comida que saciará el hambre. De ti saldrán hermosos adornos y servirás para calentar los pies de estas gentes en las noches frías del invierno"

"¿Un hombre importante........ yo?" replicó Don Barro.

"Te aseguro que dentro de ti guardas tesoros más preciosos que la belleza; cosas tan bonitas como hacer felices a los que te rodean. Eres un cántaro inagotable de alegría y de creatividad", respondió el mago.

Estas son las dos historias de un pueblo pequeño del norte de España. Doña Maya aparece, en forma de monigote colgada de un palo alto, todos los años el 1 de Mayo y desaparece el 31 del mismo mes.

Don Barro es el alma de la alfarería, y, cada día, los alfareros hacen pequeños milagros confeccionando hermosas vasijas a partir de un feo bolo de arcilla.

¿Sabéis qué ha sido del mago Zumaj? Cuentan que se quedó para siempre en este valle vigilando a Doña Maya y trabajando con Don Barro.

Por cierto, el nombre del valle tiene mucho que ver con el mago. ¿Habéis probado a leer su nombre al revés?. Hay gente que deja una huella profunda por donde pasa, ¿verdad?

 

ENVIADO POR VALENTÍN TURRADO.

jueves, 28 de enero de 2010

¿Qué necesito de los demás para ser feliz?

Publicado en el Pais.com

La familia, la pareja y los amigos son una fuente de cariño y apoyo, pero también de problemas. Para mejorar nuestros vínculos afectivos hemos de empezar por cuidar nuestra relación con nosotros mismos. Segunda entrega de esta serie de tres reportajes sobre crecimiento personal.

  • "Interpretamos lo que nos sucede de forma egocéntrica: queremos que la realidad se adapte a nuestros deseos"

Por más que nos lo hayan hecho creer, no somos medias naranjas: somos naranjas enteras

Los demás no nos dan ni nos quitan nada. Nunca lo han hecho. Sólo son espejos de lo que tenemos y nos falta

"El rencor es una semilla muy tóxica que echa raíces en nuestro interior, nos debilita y nos hace vulnerables"

Teresa Casas "No poder tener hijos ha sido una lección de amor incondicional"35 años. Casada. Gestora financera. El detonante de su fortalecimiento fue el no poder ser madre.

"Al cumplir los 30, lo que más valoraba era la estabilidad que me daban mi profesión y mi relación de pareja. Pronto surgió un nuevo proyecto compartido: ser padres. Poco a poco esta ilusión se convirtió en un difícil reto. Y a día de hoy todavía no hemos podido hacerlo realidad. He probado todo tipo de tratamientos para conseguir quedarme embarazada, pero no ha habido manera. Incluso pusimos en marcha dos procesos de adopción. Han sido cinco años de muchos sueños y esperanzas, pero también de lágrimas y frustraciones. Tras este largo y duro proceso, que he compartido codo con codo con mi pareja, agradezco al destino que no me lo haya puesto fácil. La adversidad me ha brindado la oportunidad de crecer y descubrir algo que no esperaba: la libertad. Me he cuestionado muchas cosas y se me han abierto puertas que no esperaba. He cooperado en proyectos infantiles en varias partes del mundo y me siento comprometida con mi crecimiento personal. Y este viaje hacia adentro me ha preparado a la vez para ser madre de cualquier niño, de cualquier raza, condición, con o sin problemas. Mi corazón está lleno de experiencias de amor hacia otros niños y niñas, que siempre formarán parte del hijo que algún día quizás llegará a mi vida. Me siento agradecida porque este tiempo de espera me ha permitido conocerme a mí misma, entrando en contacto con mi verdadera esencia. Ahí residen mi confianza y mi coraje. He aprendido a luchar por mis sueños desde la libertad y a tomar consciencia de lo que quiero hacer con mi vida. Además de llegar a ser madre, estoy comprometida con impulsar proyectos orientados a fomentar el desarrollo personal en la sociedad".

No estamos solos. Y aunque queramos, tampoco podemos estarlo. Nuestra existencia se entremezcla constantemente con la vida de otras personas. Somos hijos. Hermanos. Padres. Abuelos. Amigos. Novios. Esposos. Ex. Viudos. Cuñados. Tíos. Sobrinos. Primos. Yernos. Suegros. Compañeros. Jefes. Empleados... Desde que nacemos hasta que morimos, cada paso que damos y cada etapa que vivimos van acompañados por una serie de roles sociales, que a la vez son fuente de alegría y de tristeza, de confianza y de miedo, de paz y de ira...

De las relaciones humanas surgen nuestros momentos de mayor felicidad y también nuestros peores instantes de sufrimiento. En algunos casos, como le pasó a Teresa Casas, estas experiencias suceden incluso antes de poder establecer un vínculo afectivo. La gran paradoja es que las personas que más queremos son también con las que más conflictos tenemos. Por eso muchos concluyen que no pueden vivir con los demás, pero tampoco sin ellos.

Frente a esta disyuntiva, los expertos en crecimiento personal abogan por concebir nuestra vida social como una oportunidad de aprendizaje. Sobre todo para mejorar nuestra competencia en el arte de establecer vínculos sanos y sostenibles. Entre otros reconocidos psicólogos, destaca el escritor Xavier Guix, quien defiende que "hablando no se entiende la gente". A su juicio, "la mayoría de conflictos humanos tienen su raíz en la confusión, en los malentendidos lingüísticos y, sobre todo, en nuestra incapacidad para establecer relaciones reales, objetivas y profundas".

No en vano, en toda comunicación humana existen tres niveles: "Primero están nuestras motivaciones, es decir, lo que pretendemos conseguir o aportar en nuestra interacción con los demás. Luego viene nuestra manera de expresar dichas intenciones por medio del lenguaje, la actitud y la conducta. Y finalmente se encuentra la interpretación subjetiva de nuestro interlocutor", explica este experto. "Por más que a este proceso lo llamemos comunicación, a veces hay un abismo entre las motivaciones del emisor y la interpretación final del receptor".

Y no sólo eso. En general, "los seres humanos interpretamos lo que nos sucede de forma egocéntrica: queremos que la realidad se adapte a nuestros sueños, necesidades y expectativas, lo que condiciona y dificulta nuestra interrelación con otras personas", añade Guix, autor de Pensar no es gratis. Creencias, comunicación y relaciones. Así, "los problemas aparecen cuando los demás no cumplen con lo que esperamos de ellos, cuando hacen o dicen cosas con las que no estamos de acuerdo o cuando se interponen en nuestro camino para conseguir lo que deseamos". Y concluye: "Por más que solamos buscarla fuera, la raíz de nuestros conflictos relacionales está en nuestro interior".

Elma Roura "Mi madre ha sido mi gran maestra en el arte de vivir"

25 años. Vive en pareja. Terapeuta y fundadora del centro Desarrolla-te. El detonante de su fortalecimiento personal fue el sufrimiento derivado de la relación con su madre.

"Ya desde muy pequeña solía escuchar a mi madre decir que su vida sería mejor, que sería más feliz, si pudiera cambiar de jefe, de trabajo, o si consiguiera llegar más pronto a casa... Finalmente todo eso llegó, pero ella seguía sintiéndose presa del sufrimiento, culpando a los demás por su infelicidad. Después de convivir con tanta depresión, así como de experimentar algún que otro episodio traumático, me di cuenta de que el único lugar donde podía buscar respuestas era dentro de mí. Eso me hizo despertar. Por el camino, la relación con mi madre se erosionó hasta tal punto que dejamos de hablar. Entonces mi anhelo de felicidad casi se convirtió en una obsesión. No paraba de luchar y de reaccionar por todo y contra todos. No lograba comprender en qué consistía esto de 'vivir'. Sin darme cuenta, me había convertido en la mujer insatisfecha de la que tanto trataba de huir. Con el tiempo descubrí que en realidad no luchaba contra ella, sino contra mí misma. Al comprender que no era necesario demostrar nada a nadie, y que todo dependía de cómo yo observaba la realidad, dejé de buscar la felicidad: la había encontrado dentro de mí. Desde entonces sigo aprendiendo cada día, compartiendo y acompañando a los demás en su proceso de aprendizaje, pero con una serenidad interna que parece sobrevivir a todas las tormentas de la vida. Si bien mi madre ha sido la persona con la que más conflictos he tenido, también es de la que más he aprendido y a la que estoy más agradecida. Actualmente mi relación con ella está basada en el cariño y el amor. Le debo mucho más que el hecho de poder estar viva".

La historia de Elma Roura no es, ni mucho menos, un caso aislado. La sombra de "papá y mamá" suele ser más alargada de lo que nos gustaría. Y es curioso, porque nadie pone en duda que nuestros padres (y madres) son de las personas que más nos van a querer a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, sus buenas intenciones a veces tienen un efecto nocivo en la construcción de nuestra identidad y nuestro estilo de vida.

Así, el condicionamiento recibido durante nuestra infancia nos deja una huella difícil de borrar. "El legado emocional de nuestros padres es como una mochila que cargamos a nuestras espaldas, repleta de creencias, normas y valores que nos dicen quiénes hemos de ser y de qué manera hemos de vivir", afirma el director del Instituto Gestalt, Joan Garriga, experto en constelaciones familiares.

Y ésta es la esencia de la gran mayoría de conflictos existentes en el seno de las familias. "Algunos padres hacen con sus hijos exactamente lo que les hicieron a ellos cuando eran niños: inculcarles una manera determinada de ver y comprender el mundo, obstaculizando el descubrimiento de sí mismos y de la vida", sostiene Garriga. Eso sí, se ha de tener muy en cuenta que "nadie nos ha enseñado a ser padres, sin duda alguna la profesión más exigente de todas".

Sea como fuere, "al entrar en la edad adulta muchos hijos culpan a sus progenitores por sus carencias afectivas, sus inseguridades e incluso por la rabia que experimentan al ver cómo el conflicto y la insatisfacción siguen protagonizando sus relaciones más íntimas", añade Garriga, autor de ¿Dónde están las monedas? El cuento de nuestros padres. Aunque es mucho más fácil y cómodo señalar a nuestros progenitores como los culpables de nuestra infelicidad, "tarde o temprano llega un día en que no nos queda más remedio que responsabilizarnos de nuestro destino".

Sin duda alguna, "ésta es la verdadera emancipación, que suele venir acompañada de una de las mayores crisis existenciales que sufrimos a lo largo de nuestra vida: aceptar que, más allá de nuestro pasado, nuestro único problema en este preciso momento somos nosotros mismos". Al igual que consiguió Elma Roura con su madre, "lo que nos cura es que podamos abrazar en nuestro corazón a nuestros padres y no tanto que seamos abrazados por ellos", concluye Garriga.

Carlos Ocho "El amor llena de dicha

al que ama y no tanto al amado"

28 años. Soltero, con pareja. 'Product manager' de la escuela de negocios EADA. El detonante de su fortalecimiento fue una ruptura de pareja que le desgarró por dentro.

"Siempre me he considerado y me han visto como una persona muy abierta, cercana y sociable. Sin embargo, mi punto débil siempre fueron las relaciones de pareja, una dificultad que ya vi en mis padres, quienes terminaron separándose. A los 22 años, tras 8 años de confusión y dudas, de conflictos internos y de mentiras, tuve la honestidad y el coraje de enfrentarme a mí mismo. Acepté mi homosexualidad. Desde aquel día, mi compromiso con la verdad y con ser transparente conmigo mismo y con los demás no ha dejado de crecer. Al principio, mis relaciones de pareja seguían durando muy poco y siempre sufría mucho cuando finalizaban. Pero todo cambió hace dos años. Tras romper con mi último novio, entré en una profunda crisis que me anuló como persona. A pesar de la angustia y del dolor que sentía, me di cuenta de que aquella dramática experiencia no provenía tan sólo de la separación. Si bien había un cierto dolor asociado al duelo de aquella ruptura, me hice responsable del sufrimiento que añadía yo. Esta toma de consciencia fue el comienzo de mi trabajo interior. El autoconocimiento me ayudó a comprender los porqués de todo lo que me había sucedido en mis relaciones más dolorosas y conflictivas. A día de hoy sólo conservo gratitud por todas esas experiencias de adversidad y superación personal, pues sin ellas no hubiera descubierto mi verdadera vocación. Estoy comprometido con enseñar y compartir con los demás el inmenso poder que reside en nuestro interior. El gran reto es dejar de vivir de forma inconsciente, aprendiendo de todo lo que nos depara la existencia".

Tanto si aprendemos de nuestros padres como si no, el siguiente gran maestro que aparece en nuestra vida viene bajo el nombre de "pareja". Ninguna otra relación puede proporcionarnos una mayor estabilidad emocional que la de nuestro compañero (o compañera) sentimental. Sin embargo, las consultas de psicólogos y terapeutas están llenas de pacientes que han convertido estos vínculos afectivos en una adicción muy difícil de lidiar y mucho más de superar. De hecho, algunas personas temen enamorarse y comprometerse por miedo a volver al infierno que supone separarse del ser querido.

Por más romántico que pueda parecernos, "el sufrimiento derivado de cualquier relación amorosa tan sólo pone de manifiesto que hemos encerrado nuestro amor en la invisible cárcel de la dependencia", afirma el psicólogo clínico, Walter Riso, autor de ¿Amar o depender? Cómo superar el apego afectivo y hacer del amor una experiencia plena y saludable.

En opinión de este experto, "depender de la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, un acto de automutilación psicológica donde el amor propio, el autorrespeto y la esencia de uno mismo son ofrendados y regalados irracionalmente". No en vano, detrás de esta dependencia se esconde uno de los virus más letales que atenta contra nuestra salud emocional: el apego.

Popularmente se considera sinónimo de "afecto, cariño o estimación". De hecho, hay quien dice que el apego es "natural" y "sano", pues es una muestra del "amor" que sentimos por la persona a la que vivimos apegados. E incluso algunos afirman con cierto orgullo que "cuanto más apego se tiene, más se ama". Pero nada más lejos de la realidad. "Cuando nos apegamos a nuestra pareja creemos inconscientemente que sin ella no podemos ser felices, destruyendo cualquier posibilidad de amarla", sostiene Riso.

Bajo el embrujo de esta falsa creencia, "nace en nuestro interior la obsesión de poseerla, de garantizar que esté siempre a nuestro lado", añade este experto. "Y el miedo a perderla nos lleva a tomar actitudes defensivas y conductas preventivas". Es entonces cuando aparecen los celos, "un síntoma que revela que vemos a nuestra pareja como algo que nos pertenece".

Por el camino terminamos perdiéndonos a nosotros mismos, tal y como le sucedió a Carlos Ocho. De ahí que las rupturas sentimentales supongan una de las experiencias más traumáticas, pero a la vez más transformadoras de nuestra vida. "De nuevo a solas, cara a cara con nosotros mismos, podemos tomar consciencia de que nuestra felicidad, antes de ser compartida, debe existir primero dentro de nosotros mismos", concluye Riso. Por más que nos lo hayan hecho creer, no somos medias naranjas: somos naranjas enteras. Al menos así podemos sentirnos cuando nos amamos a nosotros mismos.

Nuria Chiva "Lo que buscaba en los demás era lo que no me daba a mí misma"

27 años. Vive en pareja. Educadora social.

El detonante de su fortalecimiento fue

una depresión, en la que cayó por olvidarse

de sí misma.

"A los 21 años estudiaba tercero de carrera, trabajaba ocho horas al día y era directora y monitora voluntaria en una organización social. Intentaba sacar las mejores notas, ser la mejor en el trabajo, la mejor en la familia, la mejor amiga y la mejor novia. Pero tener una agenda frenética y el deseo constante de intentar agradar a todo el mundo me llevó a pagar un precio muy alto: una mañana no pude levantarme de la cama. Fui víctima de un fuerte ataque de ansiedad. Estuve 10 meses de baja por depresión. No tenía fuerzas ni ganas para vivir. Me quedé vacía. Durante aquella depresión salieron a flote la separación de mis padres, la muerte de mi abuela y una fuerte dependencia emocional hacia el que había sido mi primer amor. Fue entonces cuando decidí emprender un duro trabajo personal con la ayuda de un psicólogo. A su lado descubrí que todo lo que no encontraba en mí lo buscaba en el exterior, haciendo mil cosas para tapar mi vacío y creando todo tipo de dependencias con los demás. ¡Me había olvidado de mí misma! Gracias al apoyo incondicional de mi madre, de mi ex pareja y de unos pocos amigos, aprendí una gran lección: si mi autoestima la dejo en manos de los demás, de lo que no depende de mí, estoy perdida. Hoy doy gracias a la vida por haberme ofrecido esa vivencia, ya que he iniciado un camino de búsqueda hacia mi aceptación y mi crecimiento personal. Ahora intento escucharme para darme lo que necesito. Y cada día valoro más a las pocas personas con las que puedo establecer vínculos afectivos de verdad. Doy gracias por haber encontrado a mi actual pareja, Santi, y por ser hija de mi madre, que es mi gran maestra en la escuela de la vida".

Después de nuestros padres y de la pareja, otro de los vínculos afectivos más importantes es el formado por nuestro círculo más íntimo de amigos. A todos nos gusta sentir que pertenecemos a un grupo humano. Saber que podemos contar con otras personas nos da seguridad. Su apoyo nos ayuda en nuestra toma de decisiones. Además, parece que las tristezas se diluyen cuando se comparten, mientras que las alegrías se multiplican.

Para algunos, los amigos son aquellas pocas personas que verdaderamente nos comprenden y nos aceptan tal como somos. E incluso hay quien afirma que, al ser elegidos de forma voluntaria y consciente, constituyen una especie de segunda familia. Sin embargo, etiquetar a alguien como nuestro "amigo" también puede traer consigo diferentes conflictos. Al empezar a tener expectativas, en ocasiones podemos cosechar grandes decepciones y frustraciones, hasta el punto de poder convertirnos en "enemigos". No en vano, sólo llegamos a odiar aquello que hemos amado.

Pero, entonces, ¿qué podemos hacer para vivir en paz con los demás? La respuesta parece estar más a nuestro alcance de lo que pensamos: se encuentra dentro de nosotros mismos. Aunque nos cueste reconocerlo, "la única relación real y verdadera es la que mantenemos con nosotros mismos, pues nadie más puede conocer nuestras motivaciones más profundas". Así de contundente es el sabio hindú Jiddu Krishnamurti (1895-1986), uno de los filósofos contemporáneos más reconocidos y admirados hoy.

Para Krishnamurti, todos nuestros vínculos afectivos "son un reflejo de la relación que mantenemos con nosotros mismos". Y añade: "Cada uno de nosotros somos la única causa de nuestro bienestar y de nuestro malestar". Así, los demás no nos dan ni nos quitan nada. Y nunca lo han hecho. Tan sólo son espejos que nos muestran lo que tenemos y lo que nos falta.

De hecho, "no vemos a los demás como en realidad son, sino como nosotros somos", un fenómeno que los psicólogos denominan "proyección". Y esto es lo que descubrió Nuria Chiva cuando se dio cuenta de que quería que los demás le dieran lo que ella no se estaba dando. Para Krishnamurti, esta toma de consciencia "es el principio que nos conduce hacia la sabiduría".

En su obra maestra, La libertad primera y última, se desprende que "nuestra felicidad, nuestra paz y nuestra capacidad de servir y de amar a los demás son fortalezas que emergen de nuestro interior cuando nos liberamos de la esclavitud de la mente". Es decir, "cuando ponemos fin a la ignorancia de no saber quiénes somos y a la inconsciencia de no querer saberlo". De ahí que "nuestras relaciones constituyan una maravillosa forma de conocernos a nosotros mismos".

Gisèle Rottier "La muerte

de mi hijo me hizo despertar a la vida"

55 años. Divorciada y con tres hijos.

Empresaria. El detonante de su fortalecimiento fue la muerte de su hijo Víctor.

"Era una de esas personas que no se hacía demasiadas preguntas. Simplemente trataba de que mi vida fuese cómoda y tranquila. Pero todo cambió en octubre de 2003, cuando mi padre y mi hijo Víctor, de 23 años, tuvieron un accidente de coche. Mi padre murió en el acto y mi hijo llegó al hospital con vida. Fueron cinco días de incertidumbre y agonía. Al final falleció. Entré en un estado de 'shock'. La cruda realidad era tan horrible que un intenso dolor empezó a acompañarme las 24 horas del día. Y así seguí durante cinco interminables años, lo que me llevó a profundizar dentro de mí misma, descubriendo mi dimensión espiritual. Mi alma estaba enferma. Aquella revelación me llevó a buscar respuestas para comprender el porqué de aquella terrible pérdida. Quería darle sentido a su muerte. Así fue como empecé a hacerme fuerte, a luchar por recuperar mi vida, a tratar de ser feliz no sólo por mí, sino también por mis hijos. Abandoné el papel de víctima y comencé a ser más constructiva, más positiva. Hace más de un año que ya no siento dolor en el alma. Me siento bastante en paz. Ahora su recuerdo me da fuerzas; es mi fuente de inspiración. Me hace valorar y disfrutar mucho más de mi vida, pudiendo ser una mejor madre para mis otros dos hijos. Aunque pueda parecer lo mismo, existe una gran diferencia entre existir y estar vivo. Mi hijo Víctor tuvo que morir para que yo lo comprendiera. Superar este proceso de duelo me ha hecho madurar: ahora ya sé quién soy y qué quiero hacer con el resto de mi vida. No puedo cambiar lo que pasó, pero llevo a mi hijo en el corazón. Ha sido mi gran maestro. Como él decía, la vida hay que vivirla".

De todas las experiencias de aprendizaje, superación y fortalecimiento asociadas con nuestras relaciones humanas, el fallecimiento de un ser querido es sin duda la más difícil y dura de afrontar. Dado que la muerte sigue siendo un tabú en nuestra sociedad, su aparición en nuestra vida nos suele coger desprevenidos, tal y como le pasó a Gisèle Rottier.

Aunque cada proceso de duelo es diferente, la reconocida psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross (1924-2004), autora de La muerte: un amanecer, estableció cinco fases que atravesamos al sufrir una pérdida:

1. Negación: negamos lo que nos ha sucedido, pues no somos capaces de asumir las consecuencias que implica la muerte del ser querido.

2. Ira: adoptamos el rol de víctima, sintiendo ansiedad, irritación y enfado, y buscando culpables con quienes canalizar nuestro malestar.

3. Lucha: intentamos cambiar lo que ha sucedido, negociando con los demás e incluso con la vida la posibilidad de recuperar al ser querido.

4. Tristeza: al empezar a reconocer la realidad de la situación, nos sentimos desanimados, frustrados y derrotados, lo que puede hundirnos en la depresión.

5. Aceptación: finalmente asumimos y aceptamos la pérdida, recuperando la normalidad de nuestra vida, pero con un nuevo nivel de comprensión, madurez y consciencia.

Condecorada con 23 doctorados honoris causa, Kübler-Ross verificó que "cuando las personas superan este proceso, aprendiendo de lo que les ha sucedido, descubren su espiritualidad, que no es más que recuperar los valores esenciales que nos permiten llevar una vida más plena y con sentido". De ahí que "no debamos luchar contra el dolor, pues su función consiste en romper la carcasa de ignorancia que nos separa de la comprensión, entrando en contacto con nuestro ser más profundo".

Rafael de la Fuente Labori "Perder a mi padre me hizo madurar y valorar a mi familia"

22 años. Soltero, con pareja. Estudia ADE y Derecho, y realiza prácticas en una empresa. El detonante de su fortalecimiento fue la temprana muerte de su padre.

Mi padre falleció de leucemia cuando yo apenas tenía 10 años. Al ser un niño, pensaba que su ingreso en el hospital era algo transitorio, que al cabo de unos días volvería a estar en casa, totalmente recuperado. Pero un día me dieron la noticia. Mi padre había muerto. Y en tan sólo un segundo comprendí que nunca más lo volvería a ver, que se había ido para siempre. Este hecho ha marcado mi vida de una manera determinante. A lo largo de estos 12 años he pasado por varias etapas. Crecer sin una figura paterna ha provocado que durante mucho tiempo me sintiera como un niño desorientado, como un barco sin rumbo. Pero a través de la reflexión y la comprensión estoy cada día más cerca de la aceptación. Su pérdida ha despertado y guiado una sana curiosidad por mirar dentro de mí. El verdadero camino es llegar a conocerse a uno mismo. Es el gran reto y la tarea más difícil. Sé que por ahí puedo convertirme en una persona mejor, más madura, que pueda aportar felicidad y amor a quienes me rodean. La muerte de mi padre me ha llevado a comprender lo importante que es pasar más tiempo con las personas que amas. A no discutir ni pelear por tonterías. Y a no desaprovechar la ocasión de recordar con palabras y gestos lo mucho que aprecias a un ser querido. Agradezco a mi madre, a mi hermana y al resto de mi familia el intentar mantenernos unidos. Gracias al amor de todos ellos, el sufrimiento se ha ido diluyendo con el tiempo. Mi padre ha dejado un bonito recuerdo en nuestra memoria. Ahora sé que una persona nunca muere si la recordamos con cariño. Por ello, siempre le tengo muy presente, pensando que él estaría orgulloso de que hayamos podido rehacer nuestras vidas".

Llegados a este punto, concluimos que en la vida no siempre ocurren las cosas que nos gustaría que pasaran. A raíz de estos desencuentros con la realidad, el miedo, la ira y la tristeza suelen envenenar nuestra mente y nuestro corazón mediante pensamientos y sentimientos negativos, alejándonos del equilibrio y bienestar con el que conectamos cuando aprendemos a fluir con lo que nos pasa. Además, "cuando culpamos a los demás o al destino de aquello que nos ha sucedido, nos convertimos en víctimas del rencor", afirma la psicóloga Carmina Martorell, especializada en terapia familiar.

Pero ¿en qué consiste exactamente? "El rencor es una semilla muy tóxica que va echando raíces en nuestro interior a través del pensamiento obsesivo y victimista, debilitando nuestro sistema inmunológico y volviéndonos todavía más vulnerables frente a nuestras circunstancias". Además, "al culpar a otro de nuestro malestar puede surgir el impulso de querer castigarlo, un afán de venganza que consideramos justificado y que creemos que pondrá fin a nuestra desazón".

Lo paradójico de este proceso es que "el más damnificado por nuestro rencor, resentimiento y odio no es el objeto al que se dirigen -nuestro supuesto agresor-, sino el sujeto que los emite, es decir, nosotros mismos". Finalmente, "al estar saturados por nuestro propio veneno, empezamos a darnos cuenta de que el rencor es totalmente inútil para hacer frente a los reveses que nos da la vida", apunta esta experta.

Martorell suele explicar a sus pacientes que "todos los seres humanos lo hacemos lo mejor que podemos y estamos en nuestro derecho de cometer errores para aprender y evolucionar". Aunque a veces nos ocurren incidentes dolorosos, "los hechos no son los responsables de nuestro malestar, sino la interpretación y la actitud que tomamos frente a ellos". Y añade: "Nadie puede herirnos emocionalmente sin nuestro consentimiento".

Para evitar las emociones negativas desde el inicio, "podemos aprender a aceptar las cosas tal como nos vienen, y a los demás, tal como son". Aceptar no quiere decir estar de acuerdo con lo que ha pasado o se ha dicho de nosotros. Ni siquiera tolerarlo o resignarse. "Aceptar significa no reaccionar mecánica e impulsivamente, lo que nos permite tomar la mejor actitud y conducta en cada momento y frente a cualquier persona", concluye esta terapeuta.

Nadie dijo que vivir fuera un asunto fácil. Y mucho menos cuando la vida consiste en relacionarse con los demás. Diariamente. Dado que no podemos cambiar lo que nos ha ocurrido, sí tenemos la opción de modificar nuestra actitud, de reinterpretar ciertos acontecimientos adversos y dolorosos de una forma más sabia y objetiva, dejando en nuestro corazón un poso de paz.

Ver nuestros conflictos relacionales como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje es una cuestión de entrenamiento y compromiso. Y de cambiar el foco de atención, dejando de señalar a los demás para empezar a mirarse a uno mismo. Tal como dijo el sabio Darío Lostado: "Si no te conoces tú, ¿quién te conocerá? Si no te conoces a ti, ¿a quién conocerás? Si no te aceptas tú, ¿quién te aceptará? Si no te aceptas a ti, ¿a quién aceptarás? Si no te amas tú, ¿quién te amará? Si no te amas a ti, ¿a quién amarás?"

Imprescindibles

Imprescindibles

1. LIBRO. �La libertad primera y última�, de Jiddu Krishnamurti (Kairós). Este ensayo recoge algunas de las charlas más inspiradoras de este gran sabio contemporáneo, cuyas reflexiones se centran en redefinir conceptos como �amor�, �soledad�, �relaciones�, �perdón�, �compasión� y �aceptación�. En definitiva, se trata de una obra para profundizar sobre el arte de vivir con sabiduría y observar de qué manera podemos aprovechar los conflictos con los demás como una oportunidad de superación y aprendizaje.

2. PELÍCULA. �Quédate a mi lado�, de Chris Columbus. En ella, las actrices Susan Sarandon y Julia Roberts interpretan, respectivamente, a la ex mujer y la nueva pareja de un hombre que intenta que su ruptura sentimental no afecte a la educación de sus hijos. Las dos mujeres deberán aparcar sus diferencias, superándose a sí mismas, para establecer un vínculo afectivo basado en la aceptación y el respeto mutuo. La enfermedad terminal de Sarandon llevará a los demás a experimentar un proceso de duelo, del cual saldrán fortalecidos.

 

miércoles, 27 de enero de 2010

POR PRIMERA VEZ SE IMPARTE EL CURSO DE PADRES Y EDUCADORES EN PORTUGAL

El pasado fin de Semana del 22,23 y 24 de Enero tuvo lugar,por primera vez en Portugal,en la ciudad de Oporto, la celebracion del  Curso de Padres y Educadores,perteneciente a nuestro Programa "Educadores,hoy". Al mismo asistieron 30 personas,entre las que se encontraban varios jovenes matrimonios,que aprendieron a  utilizar recursos que sin duda seran utiles para sus familias.El ambiente del Curso,como todos los que hacemos en Portugal,fue extraordinario,como podeis apreciar por las fotografias. Como en Cursos anteriores , la organizacion conto con la colaboracion del TE de Badajoz,continuando  de esta forma nuestra colaboracion transfronteriza con nuestro pais vecino y hermano,que tan buenos resultados esta dando hasta ahora y que esperamos que pronto se extienda a otras localidades portuguesas.

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sábado, 23 de enero de 2010

¿Por qué se empeña en ponernos una guía?

Recién ordenado sacerdote a Rafael le enviaron a un pueblo de la montaña, a más de seis horas a caballo de la villa importante más cercana. Allí, por primera vez, predicó el evangelio, a la docena de hombres y mujeres que cada domingo le escuchaban. Enseguida se hizo amigo de Eusebio, el Subnormal, así le apodaba la gente a este pastor de ovejas y cabras que una meningitis de pequeño le había dejado sin luces para la escuela. “No se moleste, D. Rafael, aquí no nos lavamos las orejas y por más que nos hablen no oímos y si oímos no entendemos”.

El joven cura insistía una y otra vez. “¿Sabéis como es el corazón de Dios?”. Pero nada. “¿Habéis visto la risa de Dios?”. Nada de nada. Tenía razón Eusebio, no había oídos.

Un día Rafael se metió en medio del concejo del pueblo para impedir que dos viejos se liaran a cachazos. Otro día visitó a un hombre enfermo que nunca pisaba la Iglesia, ante la murmuración general. Lo que le sacó de quicio era que la gente se burlara del Eusebio y le insultaran y le trataran como si fuera un perro.

El joven sacerdote estaba triste. Hoy se diría que tenía una depre.

Cuando en aquella tarde de primavera estaba tocando las campanas para la novena mariana, se presentó el Eusebio.

- Mire, D. Rafael,-aquí dijo una palabrota- ve ese nogal de la huerta del Atilano.

- Sí, es muy grande, le contestó el cura.

- ¿Sabe cuántos años hace que lo plantó el abuelo del Roque?. 52 años. (Eusebio, aunque la gente decía que era tonto, a sus 65 años tenía una memoria prodigiosa). Fíjese como su tronco está torcido. ¿Usted se atrevería a ponerle una guía para enderezarlo?

- Nóoo, le dijo sorprendido Rafael.

- ¡Pues por qué se empeña en ponernos una guía a nosotros!.

El joven sacerdote quedó confundido. Eusebio se marchó como siempre hacía, riéndose a mandíbula partida y bajando a todos los santos del cielo.

 

 

ENVIADO POR VALENTÍN TURRADO.

martes, 19 de enero de 2010

¿Quién manda en mi vida?

Publicado en el Pais.com

BORJA VILASECA 03/01/2010 

Una enfermedad, un accidente, una ruptura, un despido, la muerte de un ser querido... Las desgracias pueden, paradójicamente, permitirnos madurar. Todo depende de cómo las veamos: como problemas o como oportunidades. Ésta es la primera entrega de una serie de tres reportajes sobre crecimiento personal.
Alex Rovira "La gratitud de estar vivo me mueve a servir a los demás"
41 años. Separado y con tres hijos. Escritor, conferenciante y psiconomista. El detonante de su fortalecimiento fue la muerte de uno de sus mejores amigos, lo que le llevó a padecer una depresión.
"A lo largo de mi vida he atravesado varias crisis. Una de las más importantes me sucedió a los 27 años, cuando un infarto se llevó a uno de mis mejores amigos. Su muerte me hundió en una depresión de la que salí sin pastillas. Aquel intenso sufrimiento me movió a investigar más profundamente acerca del alma humana. Y a escribir acerca de lo que sentía dentro de mí. Así fue como descubrí mi vocación literaria y mi pasión por servir a los demás haciendo lo que amo: compartir mi propia experiencia de transformación. Más adelante estuve a punto de perder a uno de mis hijos. Desde entonces me siento cada día agradecido de estar vivo. Ya no doy por sentado nada. En eso consiste vivir conscientemente: en valorar lo que tienes, aprovechar lo que te sucede y disfrutar de cada momento. Para mí, la vida es un regalo maravilloso, una oportunidad para aprender a ser feliz por mí mismo y aceptar y amar a los demás. Ése es el verdadero camino espiritual. Doy gracias a la adversidad y al sufrimiento porque me han permitido descubrir el sentido de la vida".
Ahora mismo, en este preciso momento, somos el resultado de las experiencias que hemos vivido a lo largo de nuestra vida. O más concretamente, de cómo las hemos interpretado y de la actitud que hemos tomado frente a ellas. Si bien la mayoría de acontecimientos que forman parte de nuestro día a día transcurren casi sin hacer ruido, hay algunos hechos que nos marcan para siempre y dejan una huella imborrable en nuestra mente y en nuestro corazón. Una larga enfermedad. Un accidente de tráfico. Ser despedidos del trabajo. La ruptura de una relación sentimental. La traición de un amigo. O como le sucedió a Alex Rovira, la muerte de un ser querido. Las peores experiencias, las más difíciles de afrontar, son precisamente las que más nos posibilitan evolucionar y madurar como seres humanos. Todo depende de cómo las veamos: como problemas con los que quejarnos y victimizarnos o como oportunidades de superación y aprendizaje.
Por eso se dice que no hay mejor maestro que la adversidad. Aunque suela vivirse como un proceso difícil, incómodo y doloroso, muchas personas reconocen que gracias a sus conflictos existenciales han conectado con una fortaleza interior que desconocían. Y no sólo eso. En ocasiones, la experiencia del sufrimiento y el malestar les ha llevado a replantearse por completo su vida; a cuestionarse sus creencias y sus valores, y a cambiar así su manera de ver y de relacionarse con el mundo.
Y lo cierto es que este enfoque más constructivo y optimista no tiene nada de nuevo. El mismo Alex Rovira reconoce que se trata de un mensaje universal que se repite desde hace miles de años. Sin embargo, los seres humanos tenemos un peculiar rasgo en común: tendemos a olvidar lo que deberíamos recordar y a ser víctimas y esclavos de esta negligencia.
Al menos hasta que nuestras circunstancias devienen insoportables. Sólo entonces nos atrevemos a reflexionar y a promover algún cambio en nuestra forma de afrontar la existencia.
Sharon Blynn "El cáncer fue el maestro que me llevó a amar la vida"
38 años. Soltera. Actriz, modelo, escritora y activista. Detonante de su fortalecimiento: un cáncer de ovarios.
"Trabajaba 15 horas al día. Y a pesar del estrés y del insomnio, creía que estaba perfectamente. Pero en realidad llevaba una vida muy desequilibrada. No me ocupaba de mi salud ni de mi bienestar. A los 28 años empecé a sentir dolores muy fuertes en el estómago. Pero los médicos no sabían qué me pasaba. Finalmente, me diagnosticaron un cáncer de ovarios bastante avanzado. Tenía un 30% de probabilidades de sobrevivir. Fueron tres años muy duros para mí, marcados por la cirugía y la quimioterapia. Gracias a la enfermedad comprendí que la paz interior es el indicador más fiable de que estoy viviendo de forma sana, equilibrada y sostenible. Y que no hay nada más importante que aprender a disfrutar del momento presente. El cáncer me llevó a redescubrir la vida. Me renovó espiritualmente, dándome fuerzas para hacer algo útil e inspirador. Desde entonces, por medio de la fundación La Calva es Bella?, me dedico en cuerpo y alma a servir a las mujeres que padecen esta enfermedad. También soy conferenciante del congreso ?Lo que de verdad importa?, organizado por Además Proyectos Solidarios".
El primer movimiento filosófico que introdujo en Occidente la idea de "aprender de la adversidad" fue el estoicismo, cuyos orígenes se remontan al año 301 antes de Cristo. Por aquel entonces, las personas aquejadas por una dolorosa enfermedad como la de Sharon Blynn solían desplazarse hasta el corazón de Atenas para escuchar a Zenón de Citio, fundador de esta escuela de filosofía. Los historiadores coinciden en que fue uno de los primeros gurús especializados en desarrollo personal. Sus enseñanzas se centraban en dotar a las personas de recursos y herramientas para enfrentarse a sus conflictos y problemas. Y lo cierto es que la gente acudía en masa para escucharle y hacerle preguntas. Zenón de Citio solía explicar que la vida es una escuela y que los seres humanos somos estudiantes que hemos venido a ella a aprender. De ahí que sus charlas y discursos fueran esencialmente didácticos, compartiendo una serie de directrices muy prácticas para que sus seguidores mejoraran su competencia en el arte de vivir.
Según el estoicismo, los seres humanos debemos agradecer los infortunios que forman parte de nuestro destino, pues sólo así podemos desarrollar la virtud y la fortaleza. Para los estoicos, la vida no está gobernada por la suerte, el azar, ni las coincidencias. No creen en la casualidad, sino en la causalidad. Es decir, que todos los sucesos que componen nuestra existencia están regidos por la "ley de la causa y el efecto", por la que terminamos por recoger lo que sembramos, eliminando toda posibilidad de caer en las garras del inútil y peligroso victimismo. Eso sí, la recompensa de asumir dicha responsabilidad y de esforzarnos por cambiar de actitud es la ataraxia o imperturbabilidad interior frente a las circunstancias desfavorables. Esta sólida paz interior, que a día de hoy tan bien conoce Sharon Blynn, se consigue por medio del entrenamiento y la práctica diarios. De ahí que estos filósofos clásicos insistan en que la fuerza de voluntad sea un requisito indispensable para vencernos a nosotros mismos y conseguir los resultados de satisfacción deseados.
Víctor Gay Zaragoza "Conocerme a mí mismo me permitió vencer el miedo"
27 años. Soltero. Consultor de empresas y profesor de la Universidad de Barcelona. El detonante que le ayudó a fortalecerse fue una crisis existencial relacionada con el miedo.
"Vivía la vida sin plantearme en ningún momento quién era ni qué es lo que en realidad quería. Seguía el camino que otros habían decidido por mí. Y lo hacía por inercia y comodidad. Tenía miedo de no cumplir con las expectativas de los demás. A los 21 años decidí salir de mi burbuja. Me fui a vivir seis meses a Londres, donde sentí por primera vez la libertad para ser yo mismo. Sin embargo, al volver me encontré de nuevo secuestrado por mis circunstancias. Era esclavo de mis propios miedos e inseguridades. Mi profundo cambio interno comenzó a raíz de una serie de experiencias relacionadas con el voluntariado, el viajar solo y la meditación ?vipassana?. El autoconocimiento me llevó a descubrir mis valores como ser humano. Conecté con la confianza de creer en mí mismo y el coraje de seguir mi propio camino en la vida. Mi mayor victoria fue vencerme a mí mismo y superar mis temores e inseguridades. Desde que sé quién soy intento inspirar a los demás a confiar en su fortaleza interior para ser libres de sus miedos y convertirse en quienes pueden llegar a ser".
Entre los principales exponentes del estoicismo destaca el filósofo Lucio Anneo Séneca (4 a. C - 65 d. C), uno de los autores preferidos de Víctor Gay Zaragoza. La fuerza que desprenden sus reflexiones se sustenta en que están inspiradas en su propia experiencia. Séneca estuvo siempre en contacto con el dolor, sobre todo debido al asma que padecía desde su infancia.
En su obra maestra, Tratados morales, Séneca le escribe una carta a su discípulo Lucilo sobre cómo encajar los golpes que nos da la vida: "Vivir siempre en la comodidad y pasar sin una pena en el alma es ignorar la otra mitad de la naturaleza. Afirmas ser un gran hombre, pero ¿cómo lo podré saber si la fortuna no te brinda la ocasión de mostrar tu virtud? Te juzgo desdichado por no haber sido nunca desdichado. Te has pasado la vida sin adversario: ni siquiera tú mismo sabrás nunca hasta dónde alcanzan tus fuerzas. La experiencia es necesaria para el conocimiento propio".
Si bien a corto plazo puede parecer una actitud masoquista, Séneca era consciente del enorme potencial que cada ser humano puede desarrollar dentro de sí mismo, estrechamente relacionado con su capacidad de crecer emocionalmente. De ahí que este filósofo sostuviera que "la adversidad es siempre una magnífica ocasión para descubrir y fortalecer nuestras virtudes", teniendo en cuenta que "cuanto mayor sea nuestro tormento (si aprendemos de ello), mayor será nuestra gloria". En la actualidad se habla de "actitud estoica" cuando alguien se toma las adversidades de la vida con entereza y aceptación.
Gloria Solé "He comprendido que la mejor defensa es no sentirse atacado"
46 años. Separada y con dos hijos. Responsable de unidad de una multinacional. El detonante de su fortalecimiento fue padecer ira crónica.
"Quería seguir mi propio camino en la vida, pero a la vez sentía que no podía defraudar a mi familia. Por dentro estaba dividida. Y esta confusión me convirtió en prisionera de mi reactividad y de mi agresividad. Poco a poco, la ira me fue devorando hasta que al final me hundí. Pero fue ese hundimiento el que me hizo reconectar con mi fortaleza. He estado muchos años luchando contra mí misma para demostrar que puedo con todo y más. Gracias a la adversidad he comprendido que no puedo cambiar ni controlar lo que me sucede. He tomado consciencia de que lo que sí depende de mí es aprender a modificar la interpretación que hago de los hechos en sí, tomando una actitud y una conducta más armoniosas y pacíficas. Al aceptar mi vulnerabilidad he conectado con mi paz interior. Ya no vivo a la defensiva. Por eso ya no me escondo siempre tras una coraza, dejando que aflore mi lado más tierno. Todavía me maravillo con el hondo afecto que me han regalado las personas de mi círculo más íntimo. Aprender a perdonarme a mí misma y a los demás me está liberando de ese peligroso veneno llamado rencor. Gracias a todo este proceso he descubierto que, independientemente de cómo sean nuestras circunstancias, todos tenemos el increíble poder de ser dueños y creadores de lo que experimentamos en nuestro interior".
Tanto el estoicismo en general como la obra de Séneca en particular han sido fuente de inspiración y admiración para ciudadanos de a pie como Gloria Solé. Y también para numerosos pensadores occidentales. De todos ellos, destaca el catedrático de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena, Viktor Frankl (1905 - 1997), a quien el destino le tenía reservada una experiencia infrahumana que marcaría para siempre el resto de su existencia.
En 1942, durante la invasión nazi liderada por Adolf Hitler, Frankl tuvo la posibilidad de emigrar a Estados Unidos con su mujer. Sin embargo, decidió quedarse para no dejar a sus padres, ya ancianos, a merced de las circunstancias. Y tan sólo unas semanas después, Frankl fue deportado junto al resto de su familia al campo de concentración de Theresienstadt.
Tras ser testigo de la muerte de su

padre, y sin saber nada de su esposa y su madre, los soldados nazis le requisaron y rompieron el libro que contenía su larga y exhaustiva investigación profesional. Una vez destruida su obra, Frankl decidió ponerla en práctica, encarando aquella abrumadora experiencia con fortaleza y aceptación.
Finalmente, fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército norteamericano. Había conseguido sobrevivir al Holocausto, pero en aquellos campos de exterminio fueron asesinados sus padres, su mujer y su hermano, entre otros millones de seres humanos. Al regresar a Viena, Frankl escribió su famoso libro El hombre en busca de sentido, en el que describe la vida de los prisioneros en un campo de concentración desde la perspectiva de una psiquiatra.
En esta obra autobiográfica, Frankl afirma que "incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, los seres humanos preservamos la capacidad de elegir la actitud con la que afrontamos nuestras circunstancias. Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, ?la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino? para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad interior y espiritual la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido".
Gracias a Frankl hoy sabemos que "entre el estímulo externo y nuestra consiguiente reacción hay un espacio en el que podemos elegir dar la respuesta que más nos favorezca". De hecho, y como explica Gloria Solé, ese espacio es totalmente nuestro y es el fundamento de la responsabilidad existencial que podemos asumir de forma consciente. Se trata de nuestra libertad última para decidir en cada momento quiénes queremos ser y de qué manera deseamos tomarnos lo que nos sucede.
El concepto contemporáneo que ha tomado el relevo a las investigaciones de Frankl se denomina ?resiliencia?. Y se define como "la capacidad de aprovechar circunstancias adversas para madurar emocionalmente". Es decir, que la resiliencia alude a la posibilidad de aprovechar según qué experiencias para conectar con nuestro espíritu de superación.
Entre las historias más inspiradoras que muestran la grandeza oculta en el interior de cada ser humano destaca la protagonizada por el jugador de rugby uruguayo Fernando Parrado. El 13 de octubre de 1972, con tan sólo 22 años, sobrevivió al accidente del vuelo 571 de la Fuerza Área Uruguaya que se estrelló en la cordillera de los Andes. De los 45 pasajeros, 12 murieron en la colisión y otros seis fallecieron a lo largo de la primera semana. Entre las víctimas se encontraban la madre y la hermana de Parrado. Los 27 supervivientes tuvieron que hacer frente a temperaturas de 35 grados bajo cero, guareciéndose en los restos del avión, que quedó partido por la mitad. Debido a la falta de comida no les quedó más remedio que alimentarse de la carne de sus compañeros fallecidos. Y ni siquiera esta terrible decisión les garantizaba su supervivencia: a través de un transmisor escucharon que habían abandonado la búsqueda. Y tan sólo 16 días después del accidente, otras ocho personas murieron como consecuencia de un alud, que enterró literalmente el avión debajo de la nieve.
A los 62 días todavía quedaban 16 personas con vida. La mayoría estaban desnutridos, decaídos y sin esperanza. En medio de aquel clima de agonía y desesperación, Parrado decidió que no iba a morir sentado. Estaba dispuesto a salir de aquel lugar por su propio pie. Junto con Roberto Canessa anduvo durante 10 días más de 70 kilómetros, atravesando picos helados de 6.000 metros de altura. Exhaustos y sin nada que comer, finalmente encontraron a un campesino chileno, que tuvo que cabalgar ocho horas para avisar a las autoridades más cercanas. Al día siguiente fueron en helicóptero a rescatar al resto de sus compañeros.
A día de hoy, Parrado es uno de los conferenciantes más demandados a nivel internacional. Y su libro Milagro en los Andes se ha convertido en un best seller. "Cuando escuché en la radio que no nos iban a rescatar decidí que yo no iba a quedarme allí, que si había que morir, moriría en el camino", explica Parrado. "Aquella experiencia me hizo tocar fondo. Perdí a mi madre, a mi hermana y a mis amigos. Pero también me enseñó una lección que nunca olvidaré: cualquier ser humano es capaz de soportar y superar su destino, sea el que sea. Nunca más en mi vida he vuelto a tener problemas. Desde entonces acepto la vida tal como me viene".
Jordi Muñoz "Todo lo que necesito para ser feliz está dentro de mí"
31 años. Vive en pareja. ?Coach? (entrenador) personal. Detonante de su fortalecimiento: la angustia existencial, que le llevó en un momento determinado al borde del suicidio.
"Vivía por y para los demás. Me dedicaba a cuidar y agradar a quienes me rodeaban, pensando que así me darían el afecto que yo no me estaba dando a mí mismo. Sin embargo, cada vez me sentía más angustiado y triste. A los 21 años sentí que mi vida era un laberinto sin salida. Estuve a punto de suicidarme. Pero no lo hice por respeto a mi familia. Me encerré en el baño de mi casa y estuve llorando tres horas sin parar. Allí toqué fondo. Y fue entonces cuando me dije a mí mismo que iba a salir de aquella situación. Hice terapia durante un año. Creo que fue lo primero que hacía por mí mismo. Me di cuenta de que el amigo que había estado buscando afuera se encontraba dentro: era yo mismo. Y esta revelación me llevó a aprender a aceptarme y quererme tal como soy. A día de hoy siento que me tengo a mí mismo y me siento lleno de alegría y amor. Y es precisamente esta dicha la que me mueve a acompañar a otras personas en el proceso de cambio y crecimiento interior. Estamos aquí para aprender".
Más allá de fortalecernos, experiencias como la de Jordi Muñoz pueden llegar a transformarnos por completo. Pero, ¿qué es exactamente lo que cambia cuando una persona cambia? Su paradigma. Se trata de un concepto introducido por el epistemólogo estadounidense Thomas Kuhn (1922-1996) en su influyente ensayo La estructura de las revoluciones científicas, en el que define la palabra ?paradigma? como "modelo, teoría, percepción, supuesto o marco de referencia". Es decir, como la manera en la que se ve, se comprende y se actúa en el mundo. El cambio de paradigma suele vivirse como una profunda revelación, como si se produjera un clic en nuestra cabeza. Algunos psicólogos contemporáneos lo denominan "el despertar de la consciencia", pues nos permite vivir desde una nueva comprensión, recuperando el contacto con nuestra esencia humana, con las cosas que de verdad importan.
Entre otros filósofos que han ahondado en el estudio y la comprensión de qué es lo que despierta y engrandece el espíritu humano, destaca el colombiano Gerardo Schmedling (1946-2004), que a la edad de 22 años vivenció la muerte clínica, una experiencia que también fue determinante en el descubrimiento de su vocación profesional. Su gran aportación consistió en analizar los aspectos más intangibles de nuestra condición humana desde una perspectiva escéptica y científica.
A juicio de Schmedling, "debido a nuestra resistencia al cambio, sólo nos atrevemos a cuestionar nuestra manera de entender la vida cuando llegamos a una saturación de malestar". Tanto es así, que "el sufrimiento es el estilo más común de aprendizaje entre los seres humanos". Es la antesala de la denominada "crisis existencial", un proceso psicológico que "remueve los cimientos sobre los que se asientan nuestras creencias y nuestros valores, posibilitando la evolución de nuestro nivel de consciencia".
Así, "la función biológica del sufrimiento es hacernos sentir que nuestro sistema de creencias es ineficiente y, por tanto, está obstaculizando nuestra capacidad de vivir en plenitud". Según las conclusiones científicas de Schmedling, "la adversidad y el sufrimiento nos conectan con la necesidad de cambio y evolución". Es decir, "con la honestidad, la humildad y el coraje de ir más allá de las limitaciones con las que hemos sido condicionados por la sociedad para seguir nuestro propio camino en la vida".
Nora Isern "El sufrimiento me llevó a conectarme con mi verdadera esencia"
35 años. Soltera. Psicóloga. Detonante de su fortalecimiento: sufrió un colapso en el cuello debido a la hipervelocidad, el cansancio y el estrés.
"A los 27 años hice realidad mi sueño: convertirme en directiva de recursos humanos de una gran empresa. Pero al conseguir aquella meta me sentí profundamente vacía. Me había convertido en una autómata que trabajaba sin cesar para obtener el reconocimiento de la sociedad. Un día, quemadísima por el estrés, se me desplomó literalmente la cabeza sobre los hombros. La medicina tradicional no supo darme respuestas ni soluciones. Me derrumbé psicológicamente. Fue entonces cuando encontré en las terapias alternativas y en el crecimiento personal mi sanación. Descubrí que llevaba años desconectada de mi corazón, de lo que verdaderamente sentía que quería hacer con mi vida. Y esto era algo que el dinero no podía arreglar. He aprendido a respetarme, siendo fiel y auténtica conmigo misma, más allá de los estereotipos y convenciones sociales. No hay nada más liberador que quitarse la máscara y ser uno mismo, viviendo conectado con tu verdadera esencia".
Entre otras grandes historias de cambio de creencias y valores, destaca la del soldado norteamericano Ron Kovic, nacido el 4 de julio de 1946, día en que Estados Unidos celebra la Declaración de la Independencia sobre Gran Bretaña. Kovic era un gran patriota: amaba tanto a su país, que no dudó en alistarse voluntariamente en el ejército para combatir en la guerra de Vietnam. Por aquel entonces no veía a los soldados del Vietcong como "seres humanos", sino como "enemigos comunistas".
Ya en el campo de batalla, Kovic reconoce haber sido testigo y protagonista del horror y la destrucción inherente a cualquier guerra. En sus memorias confiesa que, durante un combate, su pelotón asesinó por error a varias familias de campesinos vietnamitas, incluidos mujeres, ancianos y niños. Al parecer, sus casas de adobe estaban en la línea de fuego, y quedaron convertidas así en "daños colaterales". Ese mismo día, Kovic disparó también por error a un compañero suyo, a quien confundió con un soldado enemigo. Y aquella muerte fue el principio de un largo proceso de cambio y despertar. El punto de inflexión en la historia de su vida se produjo el 20 de enero de 1968. Con tan sólo 21 años, Kovic recibió un par de disparos y sufrió una grave lesión en la médula espinal que le dejó paralizado de cintura para abajo. Después de estar a punto de morir en un improvisado hospital y de pasar varios meses postrado sobre una cama, Kovic regresó en silla de ruedas a Estados Unidos, donde fue recibido por su comunidad como un héroe de guerra.
Sin embargo, en sus muchas y largas horas de silencio y soledad empezó a cuestionarse a sí mismo, reflexionó sobre las atrocidades que había cometido y, sobre todo, acerca de lo que le había empujado a hacerlas. Finalmente se deshizo de sus "creencias patriotas y religiosas" que tanto le habían condicionado para ir a la guerra y llegó a convertirse en uno de los pacifistas norteamericanos más reconocidos de este país.
Autor del libro autobiográfico Nacido el 4 de julio -llevado luego a la gran pantalla por el cineasta Oliver Stone-, Kovic cumplirá en unas semanas 41 años sentado sobre una silla de ruedas. "La cicatriz siempre estará ahí, es un recuerdo de lo que hice en aquella guerra", afirma este pacifista. "Pero también se ha convertido en algo hermoso, pues me inspira fe, esperanza y amor. La vida me ha dado la oportunidad de pasar a través de la noche oscura del alma a una nueva tierra, de obtener una visión y una compresión totalmente diferentes. A pesar del dolor y de la gran dificultad que me genera, la discapacidad física ha sido una bendición. He necesitado sufrir para empezar a comprometerme con la paz y con la no violencia".
En contraposición a estas historias inspiradoras, como la de Nora Isern, en las que sus protagonistas evolucionaron gracias a la experiencia de la adversidad, se sabe de muchos otros casos en los que no ocurre lo mismo. ¿Por qué hay personas que no aprenden del sufrimiento? ¿Qué es lo que les impide cambiar? En opinión del doctor en Psicología Manuel Almendro, "el mayor obstáculo es quedarse anclado en el papel de víctima". Este experto constata que "la mayoría de seres humanos viven enajenados de sí mismos, de su mundo interior". Por eso es tan común "el miedo a mirar hacia dentro", así como "la búsqueda de evasión con la que llenar el vacío existencial". Sin embargo, "se trata de una actitud insostenible, pues nadie puede huir eternamente de sí mismo". Si bien "la insatisfacción y el malestar son dos fenómenos generalizados, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) no ha realizado ningún estudio ni encuesta para tratar de cuantificar la calidad de vida interior de los españoles", constata este psicólogo clínico. "Tal vez sea un golpe demasiado duro reconocer estadísticamente que en general no sabemos cómo ser felices".
A pesar de no llevar una existencia plena, "para muchas personas todavía es superior el miedo al cambio que la necesidad de conectar con la confianza y el coraje que les permitirían salirse de su zona de comodidad", afirma. En este contexto psicológico, "la crisis existencial está convirtiéndose en un fenómeno emergente en el interior de cada vez más seres humanos". Almendro señala que "esta crisis no tiene nada que ver con la edad, la cultura ni la posición social". De hecho, "está latente en cualquier persona que no se sienta verdaderamente satisfecha con su existencia", concluye.
Nadie dijo que vivir fuera fácil. Seguramente nos queden muchas crisis por delante. Eso sí, cuando llegue la próxima podemos optar por vivirla como una oportunidad para comprometernos con nosotros mismos, convirtiéndonos en verdaderos responsables de nuestro proceso de evolución. Los verdaderos héroes no son los que salen en las películas, sino las personas que se han superado a sí mismas, fortaleciéndose a través de las experiencias adversas para encontrar la manera de crear una vida plena, constructiva y con sentido.

lunes, 11 de enero de 2010

A C C I Ó N D E S I N T E R E S A D A

Queridos amigos,os envío este bonito cuento para el Blog.Es original de Antohony de Mello y me ha parecido muy adecuado para dedicárselo a los voluntarios del TE en estas fiestas.Gracias a todos.Feliz Navidad.

Kuentero

A TODOS LOS VOLUNTARIOS Y VOLUNTARIAS DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA,

                                       EN AGRADECIMIENTO A SU  LABOR DESINTERESADA  A LO LARGO DE TODO EL AÑO 2009

    "Lo que más me deprime es la absoluta vulgaridad de mi existencia.Jamás en la vida he      hecho nada tan importante como para merecer la atención del mundo".
      "Te equivocas si piensas que es la atención del mundo lo que hace que una acción sea importante",dijo el Maestro.
       Siguió una larga pausa.
       "Bueno,pero es que tampoco he hecho nada que haya influido en alguien,ni para bien,ni para mal..."
       "Te equivocas si piensas que es el influir en los demás lo que hace que una acción sea importante",volvió a decir el Maestro.
       "Pero,entonces,¿qué es lo que hace que una acción sea importante?"
       "El realizarla por sí misma y poniendo en ello todo el propio ser.Entonces resulta ser una acción desinteresada,semejante a la actividad de Dios".

                                                                                              (Anthony de Mello)

sábado, 9 de enero de 2010

Por si viniera

Me escuecen los ojos

de tanto frotarlos,

de forzarlos en la noche

para avistar tu figura movediza.

Me duelen las rodillas

de agacharlas en el frío.

Se me ha caído el cobijo de la manta

y hasta la luna se cansó de acompañarme.

A la madrugada me quedé sin voz,

de gritar a las estrellas que no apagasen su luz.

Se fueron los centinelas

y los perros se han quedado dormidos.

Dentro, se ríen de mi:

“Pobre idiota”,

sigue ahí, esperando,

“ se ha vuelto loco”.

El alma me dijo que vendrías,

que estabas a punto de llegar,

que sería de improviso,

como un suspiro

o una lluvia fina.

No me iré.

No dejaré que el sueño me adormezca.

Estaré en pie.

Con mi nostalgia.

Aunque apure la copa de mi vida

y el desierto me entierre con su arena,

aunque se vayan todos a su aposento

y mis bolsos se queden vacíos,

aunque las lágrimas no me dejen de correr

y sea el hazmerreír de la aldea entera,

aunque tú, amor, rompas mis versos

y maldigas mis plegarias,

yo seguiré aquí,

por si llega,

por si fuera verdad,

por si viniera a buscarme.

Fue al respirar,

sí al respirar,

cuando me di cuenta que habías llegado

y.....

Valentín Turrado Moreno