Maquivelo: nace en Florencia en 1469 de familia noble. En su obra más importante, "El Príncipe", describe la forma más adecuada que considera imprescindible para gobernar: la búsqueda del bienestar y seguridad de los ciudadanos, sin tener en cuenta los principios éticos o morales. Todo es válido siempre y cuando se busque el bien de los súbditos. Según Maquiavelo, el político debe ser una persona hábil, con capacidad para manipular y destreza para adaptarse a cada momento histórico. Concluye: al político se le valora por su eficacia, no por su virtud.
Por el contrario, Tomás Moro (1478-1535) describe en "La Utopía" un estado ideal, donde lo nuclear y básico es la familia, defendiendo una sociedad agrícola en contra de una sociedad consumista. No existe propiedad privada y rige sobre todo la libertad y la tolerancia religiosa. En este contexto, el político es un hombre virtuoso que respeta ante todo a los ciudadanos y lucha con medios lícitos por su bienestar.
Si a Tomás Moro lo podemos considerar como un idealista, Maquiavelo está en el extremo opuesto. Entre esas formas de entender la política, se encuentran los diferentes “estilos de políticos”: paranoide, narcisista, histérico y psicopático.
Es evidente que posiblemente no encontremos ningún político con uno de esos estilos en estado puro, sino más bien una mezcla de los mismos, pero con un predominio de alguno de ellos:
EL POLÍTICO PARANOIDE
El paranoico busca la comprobación de sus sospechas y pone “trampas” a todos sus familiares y amigos hasta que se “comprueban sus temores”. Se ve como inmerso en un torbellino de sospechas, que todo lo que ocurre a su alrededor lo ve desde la perspectiva de su malestar y de sentirse controlado.
El paranoico está solo ante el mundo y ante el universo: él es el poseedor de la verdad, su verdad. El paranoico, que da la sensación de seguridad y poder, es un ser indefenso, que se encuentra ‘atacado’ por todas partes. Se defiende porque se siente débil; juega a ser el duro de la película pero en realidad es el más frágil, de tal manera que cualquier acción, mirada, palabra, o gesto, lo puede romper. El paranoico parte de una premisa falsa (que él considera verdadera) y, a partir de ahí, comienza a construir el castillo de sus ‘verdades’.
La persona paranoica nunca reconoce su error sino que siempre lo refiere a otro: “los demás son los responsables de mis desgracias”, es el mensaje que transmite. Así, si está enfermo, es por culpa de los médicos que no saben curarle; si la familia no funciona bien, es porque la pareja no colabora. En política esto se traduce en lo siguiente: “los otros siempre son los responsables de las desdichas”. Un ejemplo claro lo tenemos con la actual crisis económica: cuando estaba en la oposición, el Partido Popular afirmaba que el culpable de la crisis era el Gobierno de Zapatero, mientras que para el PSOE el origen de la crisis estaba en EE.UU. Ahora los papeles han cambiado: el PSOE le echa la culpa al Partido Popular de los recortes en educación y sanidad. Por su parte, el Gobierno de Rajoy dice que estas medidas se las imponen desde la Unión Europea. ¡Siempre echando balones fuera!
EL POLÍTICO HISTÉRICO
El histérico es una persona excesivamente preocupada por llamar la atención y ser el centro de cualquier situación. Son superficiales, inestables emocionalmente y se dejan influenciar por cualquier persona. Además son muy seductores, pero difícilmente se implican emocionalmente. Buscan la admiración de los demás, pero huyen de todo compromiso.
Al político histérico le gusta figurar y ser el centro de atención, pero también su eficacia es nula. Actúa en función de las apariencias, de lo que dice la gente y su punto de apoyo no son sus convicciones, sino todo aquello que le puede hacer más agradable a los demás.
EL POLÍTICO PSICOPÁTICO
Sus características principales las podemos resumir de la siguiente manera: son explotadores e irresponsables con tendencia a quebrantar las normas establecidas y con gran dificultad para establecer vínculos adecuados y duraderos. Además, para algunos autores, se produce ausencia de culpa (por esto, existe un dicho en psiquiatría clásica que dice: “la diferencia entre un psicópata y un neurótico es que el primero hace sufrir a los demás y el segundo sufre él”). Generalmente son impulsivos, con baja tolerancia a la frustración, que no tienen en cuenta la situación del otro y solamente se rigen por una ley: “esto quiero, esto hago”. La única norma que respetan es su deseo y en ocasiones se mueven por el mecanismo de proyección, al insistir en que los que fallan siempre son los otros, no el propio sujeto.
En definitiva, son personas que siempre están en conflicto con los otros y parece como si no tuvieran afecto y nada les importara los demás. Todo ello se basa en dos presupuestos básicos de este tipo de personas: se sienten distintos a los demás y su relación con los otros es de explotador.
Los políticos psicopáticos ponen en práctica "la ley del embudo": pueden ser muy exigentes en el cumplimiento de las leyes por los demás, pero ellos pasan completamente de las mismas. Han llegado a la política para servirse de su posición, no para servir a los ciudadanos.
Una forma de entender de esta forma la política está representada por los corruptos y estafadores, ya que lo importante para ellos no es el bien común sino su propio provecho.
EL POLÍTICO NARCISISTA
Es un concepto que proviene del psicoanálisis. Ha tenido diferentes significados: desde un exagerado amor a sí mismo (como en el mito de Narciso que se ve reflejado en el agua y queda ensimismado de su belleza) hasta la forma de neutralizar un gran sentimiento de baja autoestima que se compensa con la apariencia de un sentimiento de autovaloración hipertrofiada. Algún autor ha llegado a comparar el narcisismo con “la inflación económica”, donde se invierte por encima de las posibilidades reales.
Clínicamente se caracteriza porque, pese a su “enorme autoestima”, es muy vulnerable a cualquier pequeño desaire o rechazo, respondiendo con fuertes sentimientos de ofensa o enfado. En las relaciones interpersonales, con frecuencia, se muestran bastantes distantes y tratan de mantener una impresión de autosuficiencia, y de utilizar a los demás para sus propios fines. Son personas que se consideran superiores a los demás en belleza, talento, capacidad intelectual, etc., y solamente se encuentran bien cuando son admirados y valorados por los demás. Su felicidad, pues, depende de la manifestación de aprecio y estima que los otros expresen.
El político narcisista parte del convencimiento de que es el mejor del mundo y por lo tanto todo debe estar a su servicio. Carece de un mínimo de autocrítica poniéndose una “venda para no ver” las deficiencias y potenciando los pequeños éxitos. Se siente “el ombligo el mundo” y por lo tanto todos deben de estar a su servicio. Es tan autosuficiente que es incapaz de comprender el sufrimiento de los demás.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra y catedrático de Psicopatología
Fuente: http://www.cuidatusaludemocional.com/2014/06/trastornos-psiquiatricos-de-los-polticos.html