¿Alguna vez has notado cuánta de tu energía dispones para evitar los cambios en tu vida? ¿Cuánto te resistes? ¿Has notado cuánto sacrificas por miedo? ¿A cuánto renuncias?.
Muchas veces nos encontramos envueltos en situaciones realmente adversas para nuestra salud mental e incluso física, y sin embargo hacemos todo lo humanamente posible para mantenernos allí, como si debiéramos devoción al viejo dicho “más vale malo conocido, que bueno por conocer”.
Fácilmente nos vemos encantados por la falsa ilusión de lo conocido, lo estable, lo permanente. Tenemos la creencia de que necesitamos sentirnos seguros en todo momento, que necesitamos mantener la estabilidad en nuestra vida, cueste lo que cueste, estamos convencidos de que necesitamos estabilidad en nuestras finanzas, estabilidad laboral, necesitamos una familia estable, una pareja estable, necesitamos ser estables.
Y en esa búsqueda, nos sometemos a nosotros mismos a eso que alguna vez tanto criticamos, a trabajos a los que odiamos asistir cada mañana, negocios esclavizantes, costumbres rigurosas, horarios inflexibles, relaciones de pareja insatisfactorias, compromisos sociales desagradables, dietas implacables, rutinas de ejercicios inclementes, a la monotonía agobiante, limitante.
Cuando no asumimos nuestra capacidad de reinventarnos, nos convencemos de que lo mejor es aceptar la vida que hemos construido, porque en ella hemos invertido nuestros mejores recursos, nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, entonces nos paralizamos, nos conformamos con una cotidianidad que tal vez no nos acerque a la plenitud, pero que nos hace sentir “seguros”, por miedo nos negamos la oportunidad de innovar, de intentarlo diferente, de emprender nuevos caminos, de navegar otros mares.
Incluso sacrificamos nuestra existencia, nuestros mejores años, nuestros más anhelados sueños en un intento desesperado de mantener el statu quo, olvidando que en la vida lo único permanente es el cambio. Ya lo sabía Heráclito de Éfeso hace tantos siglos cuando dijo “al mismo río entras y no entras, pues eres y no eres”, ya que mientras transcurre el tiempo, el agua va corriendo, el río ya nunca será el mismo, pero tampoco nosotros seremos los mismos, pues cambiamos a cada momento, a cada experiencia.
Como seres vivos, tenemos una naturaleza cambiante, y si te permites vivir con consciencia, si dejas de escuchar todo el ruido que te rodea, podrás escuchar a tu propia voz interior, entonces sabrás lo que necesitas, entenderás que mientras vivas, tienes libertad de elegir, de cambiar, de llenar tu vida de nuevos colores con infinitos matices.
Observa tu interior en silencio y con humildad, sin ego, sin prejuicios, y permítete descubrir lo que esconde tu corazón, vuelve a los sueños de tu infancia, a lo más natural y puro de tu existencia, allí podrás ver el transcurrir de tu vida, y al recordar de dónde vienes, sabrás hasta donde quieres llegar.
Y mientras se va fortaleciendo tu confianza, podrás vencer el vértigo, el miedo a caer, el miedo a cambiar, y te encontrarás ante un mundo nuevo de posibilidades. Solo depende de ti escoger hacia donde quieres caminar, no te limites a sobrevivir todos los días y llamar a eso vida.
Atrévete a cambiar, a intentarlo!!
Fuente: http://psicopedia.org/4890/navega-fuera-de-tu-zona-de-confort/
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