(Relato perteneciente a la colección de “relatos telefónicos”, “Bebiendo lágrimas”.Hacemos constar que es totalmente ficticio y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)
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¿Teléfono de la esperanza, verdad?. Miré por internet el número y aquí estoy, entre nervioso y asustado. Siento algo de vergüenza. No sé si es algo habitual.. No soy un hombre acostumbrado a confidencias. Desde pequeño me educaron para guardarme mis cosas, sobre todo para ocultar mis sentimientos. Es debilidad exponernos, me decía mi padre, mientras quebrantaba terrones, mejor callarlos, si los guardas es como si no existieran. Con el paso del tiempo he comprobado con congoja que mi padre no tenía razón. ¿Sabe por qué?. A mi me han explotado todos juntos dentro, como una bomba asesina y han quedado esparcidos a trozos a lo largo y ancho de mi vida. Estoy herido y desmadejado... Desde hace un par de semanas no paro de lamentarme... y esto es algo nuevo en mi..
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¿Qué te acongoja?
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¡Que qué me hace…!. En estos momentos todo y cuando digo todo es todo, como si nada a mí alrededor se salvara o estuviera a flote. Tengo cincuenta años. Hace cinco que se murió Nati, mi compañera, en un cáncer de huesos fiero, horrible y me quedé con mis dos hijos. El mayor con 16 años, la pequeña con 11. Yo nunca me había encargado de la educación de los niños. Lo asumía ella: los estudios, las visitas al médico, las charletas con los tutores... ¡Bastante tenía con trabajar de sol a sol y sostener a la familia!. Soy uno más de esos autónomos que les cuesta llegar a fin de mes. Ahora ya no llego, más bien me ahogo entre créditos sin pagar y trabajos que no salen adelante. Primero tuve que echar a los dos empleados que tenía, no sin pesar y sin angustia. Ni para mi hay curro ahora. He decidido echar el candado y no sé qué pasará... ¡Qué horror!...
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¿Qué ideas pasan por tu cabeza?. ¿Te apetece verbalizarlas?.
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¿Ideas?, me dices. Muchas, muchas... y.. todas malas. Espantosas. Penosas. ¿De verdad que quieres oírlas?
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Si a ti no te importa...
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No sólo no me importa, es que lo necesito. Me vendrá bien ventilar mi cabeza. Mi cerebro es un tornado como esos que aparecen por la tele y arrasan con todo lo que encuentran: árboles, casas, tierras, postes de luz... Eso es lo que brota en mí. Todas son destructivas. Hediondas. Mi vida es un desastre, una hecatombe de ruinas, miserias y errores. Como una Pompeya arrasada por la lava. ¡Si al menos ella estuviera!. Siempre nos entendimos. Teníamos repartidas las funciones: yo fuera de casa, ella dentro. Nuestra relación era noble. Agradable. Se ha ido al garete. Todo es negativo. Soy un fracasado a todos los niveles. Mi negocio de toda la vida se ha ido a pique y no sé cómo levantarlo. Mis hijos están distantes, lejanos, no me quieren. ¿Usted sabe lo que es eso?. ¿Tiene hijos?. Oiga, no me quieren. Pasan. Me desprecian. La única solución que veo es desaparecer, tirarme a un tren y olvidarme de que he pasado por aquí. No hay salida. Esto es peor que el infierno.
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¿Y toda esta situación te hace sentir...?
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Deprimido, angustiado, insomne, fracasado, hundido. Me siento como ese barco - ¿cómo se llamaba?, sí el que se hundió frente a las costas gallegas hace unos años.., ya, ya me acuerdo, el Prestige – que naufragó e inundó de chapapote playas y marismas. Soy un Prestige que hace agua por los cuatro costados. Siento que no tengo arreglo, salvo alejarme del puerto y dejarme hundir, hundir... Tal vez sería lo mejor, introducirme más y más en mi desaliento y abandonarme, caerme en el abismo sin paracaídas, sin red.. El psiquiatra me ha recetado pastillas para la ansiedad, pastillas para la depresión, pastillas para dormir.... ¡A la mierda tantas pastillas!. ¿Es que las pastillas me van a devolver a mi mujer, van a provocar que los críos se acerque a mi y me digan “papá, gracias por todo lo que has hecho por nosotros, te queremos, no abandones, por favor, aunque sea por nosotros”, van a pagar las deudas que ha dejado mi negocio destruido?.
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Comprendo como te sientes y lo dolorosa que es tu situación. Cualquier persona en tu lugar estaría también tocado..
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Oye, gracias. Me hace bien saber que me entiendes, como que me alivia un poco.. ¿Puedo llorar?. ¿Te molesta?...
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No me importa..
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...¡Dios! ¿Y por dónde empiezo ahora?... ¿Cuál va a ser mi primer paso?... Si he llamado, sabes, es porque busco algo de luz, de esperanza... ¿Qué me puedes decir?
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Que me alegra escucharte que buscas luz… ¿Qué cosas buenas hay en tu vida?. ¿Hay algo que te agrade?.
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Aunque mi vida parece una película en blanco y negro, también hay algo de color, alguna cosilla saludable...
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Por ejemplo.
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Mi familia y la familia de mi mujer se han reunido para echarme una mano en esto de las deudas, me dicen que entre todos podemos salir adelante... El crío mayor el otro día me confesó que si quiero que deja los estudios y trata de buscar algún empleo.. La chavala preparó el domingo la comida para los tres..
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Me alegro.
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Creo que exagero un poco. Lo mío es duro, desagradable, pero no tiene porqué ser el fin del mundo, el holocausto de Berlín que a veces imagino.. ¿Qué las cosas están jodidas?. Pues sí, pero no tiene porqué ser el acabose. Sí, me suicido, ¿y qué?. ¿Y los críos?. ¿No es un poco huir y dejarme vencer?
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¿A ti que te parece?.
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Mira, por las noches es cuando siento más desazón, como si tuviera frío por dentro y por fuera. Cuando estaba Nati, a ella le gustaba poner sus piernas encima de mi barriga y así nos quitábamos dormidos la mayor parte de los días. Desde que ella se fue no quito el frío. Estoy helado. Necesito guantes y por las noches duermo con patucos, como tantas mujeres dicen que hacen. Me cuesta hasta confesártelo...
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Ande yo caliente...
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Sí, sí, tienes razón. Mira puesto a desnudarme, te voy a contar un secreto. Espero que no te rías o que pienses que estoy trastornado. Los días en que he estado peor y en la cama daba vueltas y vueltas, el corazón se me aceleraba y la noche era sombría y angustiosa, me parecía que Nati estaba allí y me hablaba. Me decía cosas sencillas, pequeñas, que a mi me emocionaban, me tranquilizaban, cosas como que “Paco, no te rindas, yo estoy contigo, te amo, te quiero...”. Disculpa, tengo un nudo en la garganta, me cuesta hablar...
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Llora tranquilo..
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Es verdad, me he emocionado... Te lo juro, no estoy loco.. Era ella. Su voz. Sus brazos. Su calma. Siempre fue muy sosegada, muy calmosa, hasta para hablar parecía que masticaba las palabras. El día que se murió, me dijo de despedida: “Paco, has sido lo mejor que me ocurrido...?. A mi también, sabes….¡Joder!... No consigo olvidarla. Estaba en los huesos, su voz era un hilo apenas perceptible, pero me dijo esas ocho palabras, Las pronunció antes de dormirse para siempre… ¡Cómo deseé irme con ella!... Disculpa, estoy.. hoy más que... ¡Qué duro!...
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Yo también me estoy emocionando. Qué bonito es que la recuerdes con tanto cariño y que escuches en la noche palabras tiernas, de ánimo. ¿No será que sigue viviendo dentro de ti?.
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Será, será... Oye, ¿no estoy pirao, verdad?.
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No, no... A mi huele más a cordura, a sabiduría interior.
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Nunca había hablado de esto. Ni al psiquiatra. Me daba miedo de que me empastillara más aún y me internaran en un..
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¿Cómo te sientes ahora?
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Respiro mejor. Como si se me hubiera quitado un peso de encima. Es una sensación de alivio. Se parece a un sueño atractivo, bonito. Siento que nada va a ser fácil, pero saber que no estoy trastornado y que la voz de Nati va a seguir ahí dándome calor y sosiego me reconforta. Quiero dialogar más con mis hijos. Escucharles. ¡Ojalá sea capaz de contarles algo de lo que yo siento...!. Recuperarlos. Volver a ser una familia.
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¡Ojalá!
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Oye, ¿esto como se paga?. ¿Tengo que mandaros un regalo o algo?
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Ya está pagado. ¡Si supieras el bien que me has hecho...!
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Gracias.
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Adiós.
Febrero de 2013
Valentín Turrado Moreno
Voluntario del TE
1 comentario:
Es precioso, tierno, bonito. En medio de tanto dolor encontar a alguien que te escuche desde el corazón y te permita entender tus propias reflexiones y deseos. Me ha emocionado.
Gracias
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